1 de febrero, 2020 / Función única / 2:00 h de duración /
Promotor: Rodrigo Javier Arce Martínez.
Alejandro
González Castillo
La adolescencia, esa época donde, si de
quereres se trata, el raspón más ligero duele tanto como la herida que deja una
operación a corazón abierto. La etapa donde, como Serbia recalca apenas toma el
escenario, el tiempo parece escaparse a trote veloz y cada intento fallido
pareciera exterminar cualquier dejo de esperanza.
“Este es un concierto de amor pensado para
que lloremos y brinquemos juntos”, le avisa Ernesto Ortiz a los púberes que lo
aclaman. Son centenas de “Monstruos”, como él mismo los llama, los que han
tomado la decisión de sacudirse el “miedo a volar” tras calentar músculos con
Campuzano y Flecha Al Aire.
Con los ojos entrecerrados, soltando
ocasionalmente su guitarra para darse unos cuantos golpes en el pecho, Ortiz se
sincera al micrófono. Ceremonioso, explica que, pese a su corta edad, al igual
que quienes replican sus tonadas, traiciones ha acumulado por puñados.
De entrada, subraya los nombres de
“Verónika” e “Isabelle”, además de apuntar unas cuantas cifras: “120 excusas” y
“Cinco años y un mes”. Números desbordados de lágrimas, historias de desencuentros
pasajeros que, con la batería de Daniel Vázquez, la guitarra de JP García, el
bajo de Eduardo Vázquez y la voz del líder del combo, alcanzan tintes de
tragedia.
Si esta noche fuera posible separar letras
de música, se encontraría que hablando del primer campo los oriundos de
Monterrey no están muy lejos de lo escrito por Reik en los terrenos de la
balada romántica; respecto al segundo punto, lo que hoy se escucha mucho le
debe al desgarro impetuoso de Allison y a la nostalgia aguerrida de División
Minúscula.
Se trata pues de un contraste que tiene
fascinados a los escuchas que entonan historias propias de Camila, aunque
haciendo de lado la dulzura instrumental para sudar toda su frustración al
estilo PXNDX, soltando puñetazos al aire. “Vamos a saltar como locos”, insiste
el cantante; “hagamos lo que queramos, liberémonos que aquí nadie nos va a
juzgar”.
Con la llegada de Gil Cerezo, el cuarteto
demuestra que más allá de su punk urgente, también sabe acercarse al pop para
manufacturar sencillos potencialmente exitosos como “Celosa”, que presume un riff con gancho y un coro lo
suficientemente pegajoso como para que Drake Bell, el segundo invitado en el
escenario, lo adhiera a su repertorio.
Respecto al también actor, éste es
presentado como el responsable de que Ernesto y Eduardo decidieran tocar la
guitarra, de ahí que los tres unan diapasones mientras el público grita
sonriente, aquilatando que el cómplice de Josh está ahí, a unos cuantos pasos, bien
lejos de Megan y sus travesuras.
“¿Cuál quieren que toquemos?”, pregunta la
banda después de que los presentes la orillan a abandonar los camerinos al
intentar decir adiós. ¡“Cama”!, es la solicitud unánime, un deseo cumplido en
un chasquido por los músicos para luego enfilar a sus escuchas para que sean
recibidos por sus padres en las puertas del Lunario.
“¿Cómo te fue?”, le pregunta una madre a
su hijo mientras le encima una chamarra y le pasa la mano por la cabellera mojada
de sudor. Antes de abrocharse el cinturón de seguridad en el auto, y con un
suspiro atravesado, el chico responderá elocuente: “Uf, tocaron todas, todas. Y,
¿qué crees? Invitaron a Drake a echarse una. ¡Sí, Drake, el de la tele!”. ♪
Programa
Monstruos
/ Tiempo / Sol / Verónika / Cicatrices / Isabelle / Cinco años y un mes /
Satélite / Rosa maniática / Celosa (con
Gil Cerezo) / Instinto animal / 120 excusas / Fantasmas / Frío artificial (con Drake Bell) / Acostúmbrame /
Reflejo / Abúsame / Último beso / Cama / Tú y yo.
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