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Foto: Metropolitan Opera de Nueva York. |
En vivo desde el Met de Nueva York / 1 de febrero, 2020 /
Función única/ 3:30 de duración/ Promotor: FUAAN.
Marcela Rodríguez Loreto
El elenco se
reúne en un círculo, unidas las manos, los abrazos fraternos y los buenos
deseos, rodeados por el decorado tras bambalinas. En sus rostros se dibuja la
emoción previa a que el telón y sus voces se eleven; envuelvan el teatro. Nos envuelvan.
Ahí están Angel Blue, precisamente con su voz de ángel soprano encarnando a la
inestable Bess; Erick Owens, el bajo-barítono y su profunda voz apropiada para
la calidad humana de Porgy.
Porgy y Bess regresa al Met después de 35 años,
en coproducción con la Dutch National Opera y la English National Opera. Imposible
no recordar que hace 55 años, en Estados Unidos, los afroamericanos carecían de
derechos y libertades civiles que los mantenían segregados.
Porgy y Bess se estrenó en 1935, cuando los actores
negros eran aún minoría y lejos estaban de obtener papeles centrales en cine y
teatro. El libretista Ira Gershwin y su hermano, el compositor George Gershwin
estipularon que en esta obra su elenco debía ser siempre negro. Una ópera
rebelde por donde se mire: guiños de las melodías al jazz, folk, cantos
espirituales negros. El ánima del Delta. Súmese la fuerte influencia del teatro
musical y la orquestación para bandas sonoras de Hollywood, como The Goldwyn Follies, o su composición de
Un americano en París. El tiempo le
aseguró su sitio en la liga operística, pero ya no pudo verlo. Murió un par de
años después de un tumor cerebral.
Silencio,
que el maestro David Robertson alza la batuta dando la salida, y al tiempo
estallan desde el foso los acordes rutilantes y platinos, cascabeleantes y
sinuosos del preludio. Enseguida las cuerdas y maderas dan paso a la canción de
cuna “Summertime”.
“Los peces
saltan y el algodón crece alto, / tu papi es rico, y tu mami, guapa. / Una de
estas mañanas te levantarás cantando, / abrirás tus alas y volarás. / Hasta
entonces, nada podrá hacerte daño…”, promete Clara a su bebé en el aria
emblemática que interpreta la soprano Golda Schultz, no sin cierta floritura al
momento de entonar “los peces saltan”. Un deleite.
Clara y el
pescador Jake son la pareja estable y amorosa en Catfish Row, un rincón del
puerto de Charleston, Carolina del Sur. Quien recuerde la calle de Un tranvía llamado deseo, que filmó Elia Kazan, imaginará el
tipo de escenario. El recién nacido es la esperanza en un vecindario que vive
de puertas afuera. En la calle se enamoran, pelean y juegan; se drogan, matan y
beben.
“La noche pertenece a los hombres”, se escucha a coro el elenco
masculino. Excitados, abren las apuestas.“Vivir es aquí y ahora”, se jacta
Robbins ante la queja de su mujer. En lugar de perder el dinero en los dados podría ahorrar para tener en qué
caerse muerto. Robbins se burla: “La mujer es impredecible a veces”. Y como una
broma del destino: ¡Lo ha matado! Se alza la exclamación entre la trifulca.
Robbins encuentra la muerte a manos de Crown por una apuesta.
“Jesus, he’s
killed him!”, una pieza donde todo se vuelve gritos, caos, adrenalina, y la
orquestación lo refuerza, nos lleva en volandas entre el címbalo y el tambor
bajo. Un momento que nos coloca en la orilla del asiento. Silbatos de policía y
Crown huye dejando a Bess sola. Crown es la fuerza bruta sin oficio ni
beneficio del que su novia depende. Todos cierran la puerta a Bess.
Y sí, el
único que se apiada es Porgy. El más humilde de todos, cojo y pordiosero. Un
tipo maduro y tierno que la ama en silencio. El bajo-barítono Erick Owens,
consigue un Porgy noble que despierta empatía inmediata. Es él, o caer en
brazos de Sportin´ Life, un chulo y dealer al que Bess le compra droga.
El folk
festivo de Porgy a ritmo del banjo, “Oh, I got plenty o´nuttin”, o el emotivo
dúo con la soprano Angel Blue, de tesitura ágil y altos registros, “Bess, you
is my woman now”, no podrían durar para siempre o no habría drama. La muerte se
ensaña en Catfish Row. La barca de Jake zozobra, y Clara sale a buscarlo en
medio del mal tiempo. Deja el bebé con Bess, y la esperanza que el recién
nacido representaba en “Summertime”, en cierta forma también naufraga.
Clara nunca regresa, Crown sí.
Porgy impide
que Crown vea a Bess. Lo de siempre. Se lían a golpes y Porgy lo mata. Nadie lo
acusa. Sin embargo, la policía le exige que identifique el cadáver. Él se
niega. Unos días entambado por desacato que el truhán Sportin’ Life aprovecha
bien, un tenor que por cierto sabe robarse los aplausos con “It ain’t no
necessarily so”.
Sportin’ Life
hace creer a la desesperada Bess que la condena de Porgy será perpetua, y
parten a Nueva York. Porgy regresa feliz de burlar a las autoridades, y recibe
la mala noticia. En su ingenuidad pregunta dónde está ese lugar, Nueva York.
Sin oír consejos lo vemos alejarse, “I’m on my way”, como si fuera capaz de encontrar la aguja en el pajar. Es
la voluntad y entereza de Porgy la que conmueve. Catfish Row seguirá siendo la
misma calle oscura donde se ama y se pierde, pero Porgy, con todo y su pierna mala,
se encamina a nuevos horizontes... ♪
Programa
Porgy y Bess, ópera en dos actos de George G. Estreno mundial: Colonial
Theatre, Boston, 1935. Director de orquesta: David Robertson. Producción: James
Robinson. Coreógrafa: Camille A. Brown. Vestuario: Catherine Zuber. Elenco:
Bess, Angel Blue, soprano; Clara, Golda Schultz, soprano; Serena, Latonia
Moore, soprano; Maria, Denyce Graves, mezzosoprano; Sportin’ Life, Frederick Ballentine,
tenor; Porgy, Erick Owens, bajo-barítono; Crown, Alfred Walker, bajo-barítono;
Jake, Donovan Singletary, bajo-barítono.
Porgy y Bess en internet: https://www.metopera.org/season/2019-20-season/porgy-and-bess/
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Foto: Metropolitan Opera de Nueva York. |
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