Tour Payaso / 17 de enero, 2020 / Función única /
2:25 hrs. de duración / Promotor: Consorcio Integral Consultivo, S.C.
Fernando
Figueroa
Federico
Fellini habría sonreído al llegar una noche al Auditorio Nacional y ser
recibido por un payasito que regala bolitas rojas de plástico, objetos que
funcionan como narices con luz intermitente.
Ese
simple juguetito, colocado en el centro de la cara de un buen número de
asistentes, funciona como un interruptor que, de manera mágica, consigue que
los problemas de la vida cotidiana se queden en la calle —en Paseo de la
Reforma, para ser exactos—, y se abra la puerta del gran teatro del mundo; poco
importa que en el escenario sólo haya un restirador, una camiseta de los Pumas,
una bicicleta, una guitarra, un banco y una mesa.
El
comediante Franco Escamilla sabe que las palabras son capaces de articular delirantes
historias y hacer clic al mismo
tiempo en diez mil personas, quienes reaccionan con sonrisas y carcajadas de
diverso calibre. También hay momentos de silencio, incluso pasmo, porque en la
vida es inevitable la alternancia de alegrías y tristezas, algo que Escamilla
sabe por experiencia propia.
A
su llegada, el nacido en Cuautla y radicado en Monterrey posa para fotos y
videos; luego advierte que los teléfonos celulares deben guardarse para no
infringir ciertas leyes de derechos de autor. Añade que, si no le hacen caso, los
infractores serán sacados del recinto a madrazo limpio. La graciosa amenaza no
tiene un trasfondo real, pero funciona como súplica en el lenguaje de amigos
que se llevan pesado... y los celulares desaparecen.
Lo
que sigue es la narración de una historia personal, que funciona a manera de
espejo para quienes ven y escuchan al morelense regio. Una especie de
psicoanálisis exprés en el que no puede faltar una mención especial a la autoritaria
figura paterna que solía decir “¡No seas payaso!”, y la abnegación de una madre
que intercedía en asuntos complicados.
Escamilla
se remonta a su infancia para tratar de explicar por qué alguien con tanto éxito
profesional —cuarto sold out en el
Auditorio Nacional, giras por varios continentes y millones de seguidores en internet—
puede caer en la telaraña de la depresión.
Aunque
el espectáculo bordea conflictos existenciales muy serios, las cosas no pasan a
mayores porque de lo que se trata es de reír. El drama funciona como contrapeso
al chacoteo: una especie de ametralladora cuyo mecanismo parece atorado, pero
que termina por disparar ráfagas de alegría.
Una
vez más, la idea de que la risa es contagiosa cobra vigencia esta noche, aunque
esa premisa sólo es válida cuando existe un humor inteligente que detona tal
reacción en cadena.
El Amo del Sarcasmo siempre
escribe sus monólogos “porque de otra forma no me funcionan”; los expresa con
fluidez, cambios de entonación y pausas precisas que conforman un timing que le envidian muchos de sus
colegas. Además, toca la guitarra y, como entreacto, ofrece una canción con
letra pornográfica que desata gran hilaridad. La bicicleta mencionada remite a
una trepidante anécdota infantil, y la mesa sirve para que el showman tenga una bebida al alcance de
la mano.
A
un tris de que llegue la medianoche, el espectáculo de stand up comedy finaliza y es entonces que Escamilla presenta en
vivo no sólo a su esposa e hijos, sino también al supuesto villano de la
película, su padre, el dibujante que trabajaba en el restirador y que jugó con
los Pumas. Este último es ovacionado porque, para entonces, el público ha
entendido que las cosas no son lo que parecen.
La
sesión inició con Chumel Torres, quien agradeció la invitación “para estar en
un lugar tan importante, la casa de Luis Miguel y Franco Escamilla, ya que antes
yo nada más me había presentado en marisquerías”.
El
chihuahuense radicado en la Ciudad de México, conductor del programa noticioso El pulso de la República, se pitorreó de
lo lindo de veganos, crossfiteros,
clasemedieros y, por supuesto, de sí mismo. ♪
Página
oficial de Franco Escamilla: https://francoescamillaoficial.com/
Chumel
Torres en Twitter: @ChumelTorres
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