National Geographic presenta / 26 de noviembre, 2018 / Función única /
1:55 hrs. de duración / Promotor: Empaques Anáhuac Planta San Nicolás, S.A. de C.V.
Fernando Figueroa
En
la pantalla gigante del Auditorio Nacional se proyecta un compendio de
fotografías y videos que National Geographic ha recopilado a lo largo de 130
años. Al mismo tiempo, de manera sincronizada, la Orquesta Internacional de las
Artes ejecuta Symphony For Our World,
bajo la batuta de la estadounidense Kelly Corcoran.
Este
espectáculo multimedia, que recorre salas de todo el mundo, es un canto a la
vida y un grito de auxilio para que cada uno de los asistentes se convierta en
salvador del planeta. Buena parte del paraíso terrenal que se muestra en imágenes
está en vías de extinción por las acciones depredadoras de una sola especie: homo sapiens.
El
“hombre sabio” no lo es tanto y se ha encargado de contaminar su hogar, al
punto de modificar el clima, tal como lo señalan en pantalla —entre uno y otro
movimiento musical— varios investigadores, fotógrafos y exploradores.
Symphony For Our World se
estrenó el pasado 22 de abril, Día Mundial de la Tierra, en San Francisco,
California, con la Orquesta Sinfónica de ese estado. La música fue creada por
Andrew Christie y Austin Fray, miembros del colectivo Bleeding Fingers Music, aunque
también se incluyen fragmentos del ballet Daphnis
et Chloé, de Maurice Ravel, y la composición Oiseaux bleus et sauvages, de Jocelyn Morlock.
El
espíritu de Ravel está presente en el conjunto de toda la obra, pues los compositores
contemporáneos se han declarado influidos por el célebre autor francés. Christie
y Fray escribieron la obertura y cinco movimientos: Mar, Costa, Tierra, Montaña
y Cielo. Lo creado por Morlock sirve para ambientar un segmento en el que los
animales “posan” en estudio para el fotógrafo Joel Sartore. Las notas de Ravel
acompañan la fracción denominada Simbiosis.
Las
notas musicales acompañan el accionar lento o rápido de una variada fauna que
se desplaza en el reino vegetal. La escena de un colibrí que chupa el néctar de
las flores condensa el encuentro de dos mundos.
Los
espectadores contemplan con arrobo a los animales que danzan a solas o en
manadas y cardúmenes. Cientos de mantarrayas parece que vuelan en el interior
del océano y, de pronto, sí lo hacen brevemente fuera de la superficie. Los
pingüinos burlones se contonean torpes en la arena, pero nadan más rápido que
Mark Sptiz y Michael Phelps.
Los
flamencos caminan, corren, vuelan y dan vuelta en la esquina rosada. Los
cangrejos van de aquí para allá con sus cinco pares de patas y las caguamas huyen
del ser humano pero a paso de tortuga. Olas gigantes parece que se desbordan
sobre la orquesta de setenta elementos; los integrantes del coro son como grillos
cantores que realzan el sonido de los instrumentos.
La
ternura de los pandas contrasta con la guerra a muerte de un hipopótamo y un
cocodrilo. El combate entre una serpiente y un ave parece muy dispareja, pero quien
gana es la segunda y lo demuestra comiéndose a su rival. No faltan los animales
que se camuflan para desayunar, comer y cenar todos los días.
Las
ballenas dominan el ancho mar, aunque a veces pierden la brújula y encallan.
Los tiburones sin hambre pueden ser muy cordiales y el pez martillo se ve más
mal encarado.
Una
falla técnica provoca que la imagen desaparezca por algunos minutos,
eventualidad que sirve para resaltar la belleza de la nueva partitura, digna de
ser programada por sí sola.
De
vuelta a la normalidad, en tierra firme, el león no es como lo pintan sino más hermoso
aún. Las jirafas otean el horizonte y ven hasta el otro lado del mundo. Los
bebés canguro pasan la época de frío en la bolsa y salen muy orondos a media
primavera. Los osos polares se deprimen en la blanca inmensidad y los sherpas
guían en las alturas a quienes quieren llegar al techo del mundo.
Tomas
aéreas muestran cráteres humeantes y lava incandescente. El interior del
planeta está vivo y lo hace saber de vez en cuando. Los grandes hacinamientos
humanos se observan casi siempre entre una bruma de origen químico: son
fábricas de toneladas de basura que van a parar “a otro lado”, donde no se vea.
Sin embargo, los especialistas advierten que todo está conectado y las
consecuencias globales son medibles.
Aún
es tiempo de impedir la hecatombe y esta Symphony
For Our World sólo es un recordatorio de lo sucederá si la cosas no cambian.
♪
Programa
Obertura
/ Simbiosis (fragmentos de Daphnis et
Chloé, de Maurice Ravel) / Oiseaux
bleus et sauvages (de Jocelyn Morlock) / Mar / Costa / Tierra / Montaña /
Cielo.
Página
oficial de Symphony For Our World: https://natgeo-symphony.com/
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