22 y 23 de noviembre, 2018 / Dos funciones /
1:30 hrs. de duración / Promotor: OCESA Promotora S.A, de C.V.
1:30 hrs. de duración / Promotor: OCESA Promotora S.A, de C.V.
Alejandro González Castillo
“Morrissey, hermano, ya eres mexicano”. En
las escaleras que llevan al Auditorio Nacional, el clamor que un grupo de fans saltarines arroja es firme: desde
hoy, el nacido en Lancashire cuenta con nueva nacionalidad. Bueno sería que
alguien le hiciera llegar la noticia al referido hasta su camerino, porque así,
a los videos que sobre una manta se proyectan en el interior del recinto —con
temas de Love Affaire, Ramones, Giuda, Patti Smith y David Bowie— se anexaría
algo de José Alfredo Jiménez y Vicente Fernández, personalidades con las que
podría equipararse el temario del inglés, básicamente por aquello de que, si de
cantar se trata, los de pinta más ruda suelen ser los que mejor hacer llorar.
Alrededor del hombre del copete cano hay
harta pasión. Con la misma vehemencia lo siguen los reporteros de la prensa
rosa que los coleccionistas de sus discos. Apenas aterrizó en la capital
mexicana fue recibido con los desesperados “I love you” de sus fieles. Hoy, cuando
toma el micrófono devuelve el gesto repitiendo la palabra “amor” unas cuantas
veces para luego abrir la noche con “William, it was really nothing”, un
sencillo lanzado hace más de tres décadas, cuando era la voz de The Smiths.
Para desilusión de varios, sólo dos veces más recurrirá al pretérito esculpido
al lado de Marr, Joyce y Rourke y, de hecho, pocas concesiones hará respecto a
sus más sonados éxitos como solista.
De manera que no pasa lista “Suedehead” ni
“First of the gang to die”, por citar dos ejemplos; sin embargo, su firmante se
desboca con muestras de histrionismo, con ese obrar exacerbado que —de nuevo
hablemos de mexicanos— bien podría ponerlo al lado de Juan Gabriel y que a la
fanaticada tanto gozo produce. Así que utiliza el cable del micrófono como látigo
y cuando de él se deshace, se ensaliva los dedos para trazar una cruz en su
frente, persignarse y luego abofetearse a sí mismo. Todo mientras deja ver que
del bolsillo trasero de su pantalón ya no cuelgan flores, sino un rosario con
cruz brillante, y a sus espaldas una imagen lo muestra robándole un cigarro a James
Dean, aquel rebelde cuyo rostro trae estampado en su camiseta; una prenda de
cuello tijereteado que va desgarrando lentamente hasta dejarla inservible y
lanzarla al público que, a sus pies, lucha por rozarle las uñas.
El acto de desnudar su torso tiene lugar
mientras interpreta “Jacky’s only happy when she’s up on the stage”, tema
incluido en su más reciente álbum (Low in
high school), el cual sirvió de pretexto para que apareciera recientemente en
la televisión mexicana; algunos lo llamaron descarado por hacer ahí playback, y montar una coreografía con
los músicos que hoy lo acompañan, como si el artista no hiciera siempre lo que
le viene en gana. Esta noche, por ejemplo, regala una copia en vinilo de su más
reciente sencillo (“Back on the chain gang”) a un afortunado porque, cuenta, ya
nadie compra discos. Además, homenajea a The Pretenders y muestra su repudio
ante la fiesta brava con “The bullfighter dies”, cuando días antes envió una
carta al presidente de la Cámara de Senadores, hablándole de un proyecto de ley
para proteger a animales en laboratorios. Así, congruente, al final rechaza la
bandera de un club mexicano de futbol que le arrojan y a cambio acaricia tiernamente
una vaca de peluche que a sus manos llega.
Es él, Moz.
El mismo que en los años ochenta solía pasearse en bicicleta en Manchester, por
los alrededores del Salford Lads Club; el de los acicates verbales; el que hoy
día, sin pena alguna, declara: “Life is a pigsty”. El ídolo, el que esquiva los
abrazos del par de osados que burlan la seguridad que cerca el escenario con
tal de tocarlo. El crooner que repite
“México” hasta cansarse e, inhábil para agradecer tanto afecto, le cede el
micrófono a Gustavo Manzur, su tecladista, para que traduzca su sentir: “Dice aquí,
el jefe, que está en su casa, que está contento, que está feliz. Todos somos
México. Todos somos Morrissey”. Es él, el step
dad. El papi. El charro sin sombrero. El tipo de facha osca que, con la
mano en la cintura, siempre que aterriza en México hasta a los más machos hace
gimotear. ♪
Programa
William, it was really nothing / Alma
matters / I wish you lonely / Is it really so strange? / Hairdresser on fire /
Sunny / How soon is now? / Back on the chain gang / The bullfighter dies / If
you don’t like, don’t look at me / Munich air disaster 1958 / Dial-a-cliché /
Jack the Ripper / Break up the family / Life is a pigsty / Spent the day in bed
/ Hold on to your friends / Jacky’s only happy when she’s up on the stage /
Everyday is like sunday.
Página oficial de Morrissey: www.morrisseyofficial.com
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