Rock on fire / 16 de noviembre, 2018 / Función única /
1:55 hrs. de duración / Promotor: Make Bizz Consultancy S.A. de C.V.
Julio Alejandro Quijano
Se viste como Elvis,
canta los éxitos de Elvis e incluso hay un anuncio luminoso que indica “Welcome
to fabulous Las Vegas”. Es evidente que no se trata del mítico Rey del Rock
pero la interpretación de Héctor Lara genera ese mismo alarido que se convirtió
en el sello de los shows de Presley.
Con el emblemático traje
blanco inspirado en el Capitán Marvel Jr., Lara aparece con paso lento entre
tres parejas de bailarines que apenas se mueven para marcar el ritmo de “Such a
night”. Se acomoda los botones brillantes de la capa y al empezar el verso “it
was a night oh oh what a night” la coreografía cambia: ahora es de faldas
al aire y movimientos sicalípticos de caderas.
“Esto no es una ilusión —explica
Héctor, mientras los aplausos se confunden con el zapateo del público que
apenas puede aguantar las ganas de bailar— sino uno de los roles de mi vida.
Una cosa es la imagen y otra la persona. Esto comenzó como un hobby para mí, pero ahora es la forma de
expresar al mundo lo que realmente soy”.
Se refiere a que por los
mañanas es director general de una empresa, pero en su casa tiene un cuarto con
trajes de rock and roll y una pequeña sala de ensayos en cuyas paredes cuelgan
fotos de sus ídolos. El cuadro de la pared central, por supuesto, corresponde a
Elvis Presley, de quien tiene no nada más el traje blanco que usó en su última
etapa, también el de cuero negro, el cual se pone también esta noche.
“Ésta seguro la van a
reconocer… espero. A ver qué les parece”. Apenas en la primera estrofa de “Jail
House Rock” ya está en el piso mientras mueve la pelvis hacia el techo.
Porque no se trata sólo
de una imitación sino de darse el lujo de jugar a ser músico. Con el sudor por
el esfuerzo del baile, grita: “¡Seamos felices en este momento y dense la
oportunidad de reinventarse!”.
Alentadas por esta
arenga, las parejas llenan los pasillos e improvisan un momento romántico con
“Heartbreak hotel”. Aún con el traje de cuero, Héctor Lara muestra el otro
elemento de la filosofía que le permite, a pesar de tener muy poco en común
físicamente, imitar a El Rey del Rock. “Los aplausos que ustedes me brindan y
la emoción de verlos bailar y corear me permiten saber que no me equivoco
porque este pasatiempo ha dejado de ser algo que yo hacía a solas en mi casa.
Me ha permitido romper con los estándares establecidos y encontrarme a mí
mismo. Yo no soy sólo un gerente, también soy un cantante”. La respuesta es
estimulante: ¡Elvis, Elvis, Elvis!”, le gritan.
Pero no sólo Presley está
aquí esta noche, también The Blue Rockets, un grupo de cuatro crooners que
complementan este universo rocanrolero. Se mantienen la mayor parte del tiempo
en la parte de atrás como el coro, pero su presencia se vuelve relevante en “Johnny
B. Goode”, en la que llevan parte principal de la interpretación. Aún más,
pasan al proscenio con “Always on my mind”, con la que generan un segundo
momento de parejas románticas.
Para el final con
“Suspicious mind” es evidente que Héctor Lara and The Blue Rockets no son un
vocalista con su coro sino una sinergia que, a lo largo de siete minutos,
consigue, ahora sí, una ilusión resumida en un comentario que se escucha en la
primera fila: “Así se debió sentir un concierto de Elvis”. ♪
Programa
See see rider / C’mon everybody
/ Heartbreak hotel / Jail house rock / Such a night / A big hunk of love /
Hound dog / Love me tender / Trouble / You’ve lost that loving feeling / If I
can dream / Johnny B. Goode / Always on my mind / Long tall Sally / An american trilogy /
Burning love / Suspicious mind.
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