2 de octubre, 2018 / Función única / 2:00 hrs. de duración /
Promotor: Fideicomiso para el Uso y Aprovechamiento del Auditorio Nacional.
Alejandro González
Castillo
Richard
Bona sale a escena entre aplausos que delatan veneración. Se cuelga un bajo de
cinco cuerdas y después se inclina ante su amplificador para verificar que las
perillas estén en posición correcta. Entonces jala aire y amenaza con comenzar
el concierto, pero las bocinas se quedan calladas. Un asistente corre al
aparato al cual el músico está conectado y apenas mueve un botón. Bona observa
desconcertado la situación, dándole palmaditas al amordazado aparato, cuando de
pronto comienza a sonar. El músico voltea a ver al público, con cara de “Ah,
por ese detallito no sonaba, ¡cómo pude no darme cuenta!” y, entonces sí,
arranca la cita. Dicen que hasta al mejor cazador se le escapa la liebre;
bueno, también al mejor bajista, a veces, le ganan los nervios.
Sí,
el mejor bajista. Muchos así lo consideran. De hecho, el diario Los Angeles Times fue más lejos de tal
aseveración y lo definió como un artista con “el virtuosísimo de Jaco Pastorius,
la fluidez vocal de George Benson y el gusto por la canción de Joao Gilberto”. Vaya,
que halagos no le han faltado, sin embargo lo que hoy queda claro es que el
africano no sólo tiene la facultad de aflojarles la quijada a los músicos que
las mesas más cercanas al escenario ocupan —todos ellos evitando parpadear,
listos para aprenderle unos cuantos trucos al maestro de técnica impecable—,
sino para manipular el tiempo a su antojo. Porque si bien sus composiciones se
caracterizan por ser de duración prolongada, éstas poseen un dinamismo inusual,
pleno de matices y acentos ejecutados con precisión quirúrgica, así como de arreglos
de diseño escrupuloso, características que consiguen en el escucha la sensación
de fugacidad.
El
nacido en Camerún apunta que viene de presentarse en Río de Janeiro, París y
Tokio, y que aunque le fascina el sushi japonés, nada más rico que los tacos
mexicanos que ha probado. “¡Madre de Dios!”, exclama con la mano en la frente cuando
a gritos le preguntan por el mezcal, y de inmediato revela que no está
borracho, “todavía”, que la vitalidad que exhibe es natural en él. Por eso lo
mismo homenajea a su idolatrado Pastorius, con una vigorosa versión de “Teen
town”, que improvisa “La bamba”, con quiebre de cadera incluido. Y también
debido a esa locuacidad innata bromea todo el tiempo con el cuarteto de músicos
que lo acompaña, un jugueteo que hila coqueteando con las chicas que divisa
entre penumbras para luego enfundarse un sombrero de charro, todo sin dejar de
relatar, entre chistes, la inspiración que le brindó su primer viaje a la
India, del cual nació “Shiva mantra”.
Inquieto,
cuando sus colegas en escena se toman un descanso, recurre a una máquina de loops para, con su voz como único
instrumento, demostrar que es tan bueno trazando melodías de altura celeste que
practicando beatboxing. Ya antes
manifestó que el mote de “Sting africano” que ostenta tiene fundamento, sólo le
falta revelar dónde obtuvo la facultad de modificar el ritmo de los segunderos.
Y así lo hace: “Es cierto que los suizos inventaron los relojes”, dice
señalando una de sus muñecas, y de inmediato continúa, esta vez dibujando una
corpulenta esfera en el aire, “pero nosotros, los africanos, inventamos el
tiempo”. Richard fulmina su discurso entonces, echando el pulgar hacia atrás, como
si pidiera aventón: “¿o no lo sabían?, allá, de donde vengo, el tiempo es
elástico”. ♪
Programa:
Kalabancoro
/ Te misea / Please don´t stop / Dreamland / Shiva mantra / Liberty city /
Tumba la nyama / Teen town / Eyanda / Janjo la maya / Djombwe.
Página
oficial de Richard Bona: www.richard-bona.com
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