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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
Tour 2018 / Del 8 al 10 de junio, 2018 / Tres funciones /
2:10 hrs. de duración / Promotor: OCESA Promotora S.A. de C.V.
Alejandro González Castillo
Los deseos de que el rock
adquiriera nacionalidad mexicana surgieron en 1960, cuando Los Locos del Ritmo
lanzaron su versión de “La cucaracha”. Desde entonces los esfuerzos no han
cesado gracias a grupos como Náhuatl, Botellita de Jerez, Caifanes y, a últimas
fechas, Centavrvs, Porter y San Pascualito Rey, que añadieron nopales a la
ensalada sonora que Elvis le dio a probar al mundo por vez primera. Zoé, por
supuesto, también ha hecho su parte, a pesar de que sus integrantes jamás se
han puesto sombrero de charro ni colgado una jarana jarocha.
Hay que aclarar que, a
nivel sonoro, León Larregui y los suyos se llevan mejor con The Cure y Primal
Scream que con José Alfredo y Chavela Vargas; es en su discurso y propuesta
visual que la banda ha escarbado hondo para encontrarse con sus raíces. Hoy el
grupo presenta Aztlán, su más reciente álbum, cuya portada muestra a un
puñado de exploradores con penachos. ¿Viajeros precolombinos perdidos en el
tiempo y buscando la tierra prometida? Tal vez. Porque también la ciencia
ficción forma parte de la lírica del quinteto, algo que puede notarse afuera del
foro, donde el disco de marras se vende entre camisetas, gorras y tazas
decoradas con relámpagos montados por astronautas trovadores.
Esta noche los músicos
marcan raya respecto a su pasado más remoto. De su debut discográfico de 2001
apenas recurren a un tema: “Miel”; el único punto donde el tecladista Jesús
Báez no echa mano de su armamento de sintetizadores con tal de pulsar un piano
Rhodes. En el resto del repertorio las labores de Báez se acrecientan al grado
de recurrir a la ayuda de Andrés Sánchez para, juntos, crear un tejido de
texturas y colores tan intrincado como el del jorongo que el cantante porta.
“Nada” podría ejemplificar bien dicha colaboración, aunque esto no significa que
la guitarra de Sergio Acosta se mantenga quieta. De hecho, su sonido resulta
fundamental en “No me destruyas” y “Vía Láctea”, composiciones poseedoras de
filudos punteos que con la adición de Demián Gálvez (Centavrvs) en “Renacer”
alcanzan los más altos decibeles de la cita.
Por su parte, Ángel
Mosqueda y Rodrigo Guardiola, bajista y baterista respectivamente, se mantienen
adustos en el escenario. El primero, colgándose ocasionalmente la guitarra, sin
ignorar el sello harto melódico que forjó en las cuatro cuerdas, cual buen
heredero del legado de Peter Hook. Guardiola empata sus baquetas con cajas de
ritmo y secuencias. Se habla de mesura en el obrar de la pareja si se le
compara con el desempeño del cantante, quien baila de esquina a esquina y
ocasionalmente baja del escenario para ser recibido por centenares de manos que
atiende sin soltar el micrófono. Su responsabilidad es ser guía del viaje, ya
sea por las dunas del folk selenita (“Poli”), los cuadrantes del pop sombrío
(“Azul”) o los bosques de la psicodelia futurista (“Temor y temblor”).
Resguardados por una
inmensa pirámide invertida que proyecta galaxias y paisajes desérticos,
respaldados por seguidores que atienden su discografía —seis álbumes a la fecha—
con vehemencia, los de “Love” protagonizan hoy el nacimiento de una tierra protegida
por ese profeta cósmico llamado “Reptilectric”, una suerte de Quetzalcóatl
enredado en luces neón y en cuyos templos se sacrifica a la autocomplacencia y la
mediocridad. Es León quien declara la fundación del imperio y lo hace orondo;
tres fechas con localidades agotadas en el recinto de Reforma no son poca cosa.
Ahí está el hombre, dirigiendo
la mira al techo del recinto y ajustándose las gafas. Al lado de sus colegas
encarna el presente de esa hebra de sonidos con alrededor de sesenta años de
historia llamada rock mexicano. Y tras ejecutar “Soñé”, los cinco escuchan y
observan atentos a los miles que los ovacionan para, sin nacionalimos
lacrimosos ni artificios folclóricos de por medio, serenos y solícitos,
recalcar el punto geográfico que todos pisan y poner a la luz el sentimiento
que los rebasa: “Estamos en nuestra ciudad, en casa. A través del infinito los
queremos”. ♪
De Rockotitlán al Auditorio Nacional
Siempre ha existido polémica respecto a quién es
el grupo que mejor representa al rock mexicano actual, por no hablar de cuál
banda podría erigirse como la más grande de todos los tiempos en la escena
nacional. Por supuesto que Zoé competiría en ambas categorías; sin embargo,
Sergio Acosta, guitarrista de la agrupación, se muestra mesurado sobre el tema:
“Para mí es muy difícil hablar de eso porque significaría comparar bandas. Yo
creo que cada una tiene su momento y, además, hay diferencias históricas entre
un grupo y otro. Para comparar con justicia a todos, deberíamos haber arrancado
nuestras carreras al mismo tiempo; entonces sí podríamos hablar de quién es
mejor o quién es más importante y describir con exactitud por qué. Pero así,
como es la realidad, resulta imposible. Porque las bandas de antes tocaban en
foros bastante limitados a nivel técnico, y eso que se trataba de grupos
buenísimos; sin embargo, nosotros tenemos la oportunidad de presentarnos en
lugares muy bien equipados y hacer giras por todo el continente. Antes era
tocar en Rockotitlán y Rockstock y se acabó; hacer un Auditorio Nacional era
impensable. Tomando en cuenta estos parámetros, ¿quién es más grande que quién?
No lo sabemos”. (A.G.C.)
Programa
Venus / Azul / No hay mal
que dure / 10 AM / Últimos días / Nada / Poli / Al final / Paula / Arrullo de
estrellas / Andrómeda / Fin de semana / Oropel / Renacer / Vía láctea / Miel /
Labios rotos / Brillo / Reptilectric / Luna / No me destruyas / Temor y temblor
/ Soñé / Love.
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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