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Foto: Toni François / Archivo Auditorio Nacional. |
30 / 14 de junio, 2018 / Función única /
2:20 hrs. de duración / Promotor: OCESA Promotora S.A. de C.V.
2:20 hrs. de duración / Promotor: OCESA Promotora S.A. de C.V.
Alejandro González
Castillo
El
disco es color blanco y los surcos se encuentran libres de rayones, tal como
ocurre con la portada, sin arrugas ni manchas de por medio. “Parece nuevo”,
comenta un curioso que se acerca al vendedor del vinilo, analizando cada esquina
de éste para luego preguntar por su precio. Cuando la respuesta llega, el
posible comprador se echa para atrás; “está carísimo”, se dice a sí mismo,
dejando el objeto justo donde lo encontró, entre postales, revistas y casetes.
Entonces retoma su camino. Tiene prisa, se encuentra a las afueras del
Auditorio Nacional y en el bolsillo guarda el boleto que le permitirá ingresar
al foro donde Caifanes, justo el cuarteto que creó el plato que acaba de
encontrar, se presenta.
Fue
exactamente en el mes de junio de hace tres décadas que Saúl Hernández, Alfonso
André, Diego Herrera y Sabo Romo lanzaron el sencillo Mátenme porque me muero. Un disco blanco hoy prácticamente
imposible de conseguir que a 33 RPM le cambió la vida a quienes no estaban del
todo satisfechos con la idea de que para hacer rock en español forzosamente
hubiera que ser argentino o español. La obra de marras fue el arranque de una
historia que cuatro álbumes arrojaría: Caifanes
(1998), Caifanes Vol 2, El silencio (1992) y El nervio del volcán (1994).
Decir
que la generación que creció escuchando cada uno de ellos lo hizo de religioso
modo no es exageración; contar que la fe hacia dicho cancionero se mantiene
intacta, y que nuevos seguidores se han unido al credo de los de “Viento”, es
hablar con la verdad. Basta mirar alrededor esta noche: los jóvenes que a fines
de los ochenta no faltaban un fin de semana a Rockotitlán, hoy vienen
acompañados de sobrinos, hijos e, incluso, nietos.
El
temario caifán aprobó con calificación sobresaliente la prueba que el tiempo le
aplicó. Ciertamente los autores de las tonadas perdieron cabello y acumularon
canas al mismo tiempo que sus escuchas, pero eso no significó que mermara el
coraje de canciones como “Perdí mi ojo de venado”, “Cuéntame tu vida” o “Amanece”.
Esta noche se nota que el pulso agreste se sostiene intacto; aunque se extraña
la presencia de Alejandro Marcovich, sustituido por Rodrigo Baills, en temas
donde el sello guitarrístico del argentino se antoja fundamental, como “Aquí no
es así”, “Miedo”, “Aviéntame” y, muy especialmente, “No dejes que…”. La
audiencia, por su lado, nada reprocha a Hernández y compañía. Al contrario,
generosa en cuanto a palmas y gritos, apenas permite que el cantante encuentre
palabras para contar su sentir y el de sus camaradas: “Gracias, raza, por
seguir igual de necia que nosotros. Es una bendición estar aquí”.
Entre
éxitos calados en la radio, un par de composiciones sobresale debido a que su
ejecución fue solicitada vía internet: “Sombras en tiempos perdidos” y “Nunca
me voy a transformar en ti”. La primera, una incursión psicodélica al
microcosmos de la dermis; la segunda, la confirmación de que los andares de los
de “Tortuga” y las rutas tropicales de Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto
Patio alguna vez se cruzaron con fortuna. Mientras tanto, Saúl continúa con su
discurso; habla de que estudiar dirige a caminos de luz, de la forma en que el
maltrato animal revela involución mental y de por qué al amor no hay que
temerle, pues éste es quien se encarga de mover al universo. Y el público lo
escucha atento, pensativo. “Bienvenido a éste, tu ritual, tu ceremonia”, dijo
al comienzo de la cita el del micrófono, dirigiéndose en singular a los que,
con un coyote aullante impreso en sus camisetas, azotan ya sus pechos con el
puño cerrado, cantando desconsolados “Quisiera ser alcohol”.
Con
la llegada de la cumbia de la negra linda tiene lugar la ovación final. Al
abrirse las puertas del foro es posible notar que en sus inmediaciones la
vendimia continúa. Y el disco blanco de precio estratosférico permanece en su
lugar. Curiosamente, de la muchedumbre emerge el hombre que horas atrás tuvo dicho
vinilo entre manos. Nervioso, se acerca de nuevo a éste y, sin regateos, abre
la cartera y paga su precio. Luego, observando a esos cuatro tipos de cabellos
erizados en la tapa, da media vuelta y escapa apretando el vinilo bajo la axila.
Al día siguiente, antes de irse a trabajar subirá un video a internet donde
aparecerá el mismo plato girando en su tornamesa. Quince segundos de “La bestia
humana” sonarán en la red; una estrofa apenas, acompañada de una breve leyenda:
“Después de treinta años regresa a mí esta joya. Por favor, nadie le cuente a
mi esposa cuánto me costó recobrarla”. ♪
Una prehistoria barroca
Pese
a que su nombre ya era reputado en el ambiente subterráneo, Caifanes alcazó los
grandes reflectores una vez que fue invitado a abrir el concierto que los
argentinos Miguel Mateos y Zas ofrecieron en 1987, en el entonces llamado Hotel
de México. La cita tuvo lugar el 31 de octubre y, además de Saúl y los suyos,
también se presentó Neón. Tras esa fecha, todo sería diferente para la banda,
pues vendría la firma de un contrato con un sello trasnacional y la edición de
su álbum debut.
Xavier
Velasco describe puntualmente al barroco público que el grupo congregó en
aquella cita, en las páginas del libro Una
banda nombrada Caifanes: “Quinceañeras gritonas, panchos respondones, punks
engominados para la noche de sábado, heavymetaleros que se fueron con la finta,
viejos apóstoles del rocanrol, neodiscotequeros enarbolando la bandera del
reventón, seguidores de Neón, seguidores de Caifanes y algunos breakdancers”. (A.G.C.)
Programa
Los
dioses ocultos / Viento / Nubes / Te estoy mirando / Miedo / Tortuga / Debajo
de tu piel / Para que no digas que no pienso en ti / Sombras en tiempos
perdidos / Nunca me voy a transformar en ti / Antes de que nos olviden /
Cuéntame tu vida / El negro cósmico / Ayer me dijo un ave / Mátenme porque me
muero / Amanece / Metamorféame / Aviéntame / Perdí mi ojo de venado / Aquí no
es así / Quisiera ser alcohol / No dejes que… / La célula que explota / La Negra
Tomasa.
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Foto: Toni François / Archivo Auditorio Nacional. |
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