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Foto: Chino Lemus / Colección Auditorio Nacional. |
La increíble gira
de violín / 16 de mayo, 2018 / Función única /
2:30 hrs. de duración / Promotor: RPFR Producciones S.A. de C.V.
2:30 hrs. de duración / Promotor: RPFR Producciones S.A. de C.V.
David Cortés
Las
notas suenan tristes, llevan una carga de pesadumbre, pero al mismo tiempo,
conforme esa vieja melodía se desarrolla, se insinúa en ella un rayo de
esperanza. Mientras eso sucede, el violinista Ara Malikian baja del escenario y
comienza a recorrer el pasillo que conduce a una de las salidas del Auditorio
Nacional. En el escenario, su banda (violín, viola, contrabajo, cello,
guitarra, percusiones y batería) ha dado pasos al frente y lo acompaña, agregando
luz a ese instrumento que ya no deja escapar notas, sino palabras que profieren
una oración, un poema o una declaración de amor.
Cuando
encuentra oportunidad, Malikian da un giro y recorre el otro pasillo para
finalmente regresar al escenario. ¿Qué otra cosa se puede pedir? Nada. Nadie
exige más, la entrega ha sido excelsa, el cierre preciso a una noche de
clásicos, tanto de la música sinfónica, como del ámbito del rock y del pop,
porque el músico libanés de ascendencia armenia desde hace años se ha dado a la
tarea de empatar aquello que para muchos es irreconciliable.
Posee
una personalidad avasalladora, una mezcla de salvajismo que aflora en su performance y la sofisticación que surge
en sus interpretaciones. El inicio de la cita es poderoso: una alquimia extraña
de temas de Jimi Hendrix, Mozart y una melodía en donde resuena la música de
Europa del Este, pero funciona. Ese furor contrasta con la fatalidad del
“Réquiem” para luego propiciar un encontronazo con un tema festivo que parece
nacido en una celebración gitana.
A
partir de ese momento, el set estará
lleno de vaivenes, pero la selección de temas es tan acertada que en ningún
momento se siente un cambio abrupto porque el violinista cuenta varias
historias, las más de ellas divertidas, siempre en un español perfecto (vive en
Madrid). Cuenta que hará un recorrido por la historia del instrumento, del suyo
y de cómo éste le llegó de manos de su abuelo, un hombre siempre serio, tanto
que cualquiera hubiera dicho que tenía parálisis facial y que, sin embargo, era
apodado “Gregor el bailarín, aunque nadie lo vio bailar nunca”.
El
hombre, con micrófono en mano, se transmuta cuando toma el instrumento.
Malikian es circense en su ejecución, contiuamente hace genuflexiones, corre,
hace una sentadilla y mueve la cadera sin perder una nota, baila como John
Travolta; dialoga con el violín, ora con la viola, se acerca al contrabajo y
mientras la batería marca un ritmo tribal, trepidante e hipnóticamente
monótono, reta al percusionista. Hay en sus poses y gesticulación algo de rock star, pero también mucho de
atlético porque en un instante se tiende sobre el piso para luego recuperar la
vertical únicamente con el trabajo de su abdomen. Es una abundancia de
estímulos. Si no es la música, son sus danzas, sus vertiginosos movimientos,
sus historias.
Uno
de los momentos más hilarantes tiene lugar cuando narra cómo llegó de Líbano a
Alemania y una noche, en una sala de conciertos, en el intermedio, se le acercó
una dama a la que él nada le entendía, por lo que sólo acertó a decir “sí”, que
era el único vocablo que sabía en alemán. Cuando alguien se le acercó y le
tradujo, se enteró de que lo habían tomado por judío y contratado para amenizar
una boda. “Pensé en hacer la maleta, en huir, pero un vecino me convenció que
sería una tragedia, porque si yo no iba, la boda no se llevaría a cabo y
entonces provocaría la desdicha en las personas. Acudí a la fiesta y a la mitad
pensé en confesar que yo no era judío, entonces se me acercó un señor y me
pidió que amenizara la boda de su hija. Total, dije, la verdad puede esperar
una semana más. Me pasé los siguientes cuatro años amenizando bodas”.
De
ahí Malikian brinca a “Broken eggs”, composición propia y el viaje —que incluye
visitas a temas de su autoría, así como a clásicos de Radiohead, Led Zeppelin,
David Bowie, Paganini, Bach o tradicionales como “La Llorona”— continúa durante
más de dos horas y en ellas abundan virtuosismo, vitalidad y humor. No
obstante, el dramatismo impera en la entrega de “1915”, dedicada “a los refugiados,
a los desposeídos, a quienes no pueden vivir en su propio país”, que provoca
escalofrío en los asistentes y señala el clímax de una sublime sesión, de ésas
que dejan muchos recuerdos estampados en el corazón. ♪
Precocidad y pragmatismo
Ara
Malikian nació en Beirut, en 1968, y muy pronto dio muestras de su
predisposición al violín, pero también ha dicho que ensayar a temprana edad era
molesto porque lo alejaba de los juegos de su niñez. Su primer concierto fue a
los doce años y desde entonces su trayectoria ha sido ascendente.
Ha
ganado diversos concursos internacionales, entre ellos el Felix Mendelssohn (1987)
y Pablo Sarasate (1995), pisado las salas de conciertos más prestigiadas del
mundo y desempeñado el rol de violín solista en diferentes orquestas.
Tiene
en su haber veintiséis álbumes en solitario, participación en varios más como
artista invitado (dos de ellos con el grupo de rock español Extremoduro) y en bandas
sonoras. Actualmente reside en España, país del que adoptó la nacionalidad,
aunque en un primer intento se la negaron.
Una
de sus principales preocupaciones es la enseñanza. Al respecto ha dicho: “Es
bastante preocupante que cada vez haya menos música en los colegios. La música
es imprescindible. Espero que la cultura vuelva a tener un lugar”. (D.C.)
Programa
Voodoo
child (Slight return) / Requiem / Kach Nazar / Con mucha nata / Broken eggs /
Paranoid android / La campanella / Life on Mars? / Bourj Hammoud / Kashmir /
Misirlou / Vals de Kairo / 1915 / La Llorona / Aria / Canon.
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Foto: Chino Lemus / Colección Auditorio Nacional. |
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