Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional. |
Flor / 16 de abril, 2018 / Función única /
1:20 hrs. de duración /
Promotor: Fideicomiso para el Uso y Aprovechamiento del Auditorio Nacional.
Promotor: Fideicomiso para el Uso y Aprovechamiento del Auditorio Nacional.
Jesús Quintero
Resulta inevitable
ampararse en las metáforas, pues lo que Gretchen Parlato ofrece es la oportunidad
de ver cómo con su voz dibuja un punto que —casi evanescente, de intensidad en
apariencia diminuta— se integra a otros para crear, más que una línea, un hilo frágil
que a veces parece enlazar y guiar a los tres músicos que la acompañan o en otro
momento semeja ser el único vínculo que hay entre el suelo y un cometa amarillo
que obedece al hálito que sopla en un cielo despejado.
La cantante
estadounidense llega por primera vez a México flanqueada por Marcel Camargo
(guitarra), Artyom Manukyan (chelo) y Léo Costa (batería y percusiones). Flor
es el nombre del grupo y del proyecto al que están dando forma con un
repertorio que hace escala en la música brasileña, por fortuna con arreglos ajenos
al cliché —nada de postales con playa, bikinis, niños descalzos tras un balón
al atardecer y funesta languidez—, así como en temas propios (“Magnus”) y
ajenos (“I can’t help it”, éxito en la voz de Michael Jackson).
Hija del bajista
Dave Parlato, Gretchen es una artista inusual en estos tiempos, donde la
pirotecnia y el empleo excesivo de la tecnología son recursos de los que se
vale todo género musical para arrebatar la volátil atención del escucha. Su voz
—registrada en cuatro álbumes y más de 80 colaboraciones fonográficas— impacta
por el sutil volumen, el preciso manejo silábico y una cálida y fina coloratura
que la acerca a instrumentos como la guitarra, el violonchelo o una trompeta
con sordina. Lo suyo, más que scat es
un murmullo que alienta el azul de la flama.
Flor: cuatro letras
y cuatro músicos en un Lunario a tope. Y si bien las miradas están atentas a la
cantante nacida en 1976, Parlato sabe y reconoce que la urdimbre de esta noche
es obra colectiva y por eso en diversos momentos presenta con respeto y
admiración a sus cómplices, amén de que éstos levantan el vuelo con solos que
no son de los que se oyen dondequiera porque sus trayectorias son plurales y no
están exentas de retos: Camargo ha colaborado con el cantante Michael Bublé y
el tecladista y compositor Sérgio Mendez; Costa ha trabajado con Janelle Monae,
k.d. lang y Los Lobos, y el armenio Manukyan con Draco Rosa, Snoop Dog y Daryl
McDaniels de Run-D.M.C.; es decir, la heterodoxia prima en el escenario y por esa
efectiva integración Flor despliega ya un color propio en el que caben una
canción de cuna con atisbos barrocos (“Rosa”), una suite para chelo (y voz) de Bach
y hasta una conmovedora y compleja reconstrucción de uno de los últimos temas
de David Bowie (“No plan”).
La sonrisas y
gestos empáticos del guitarrista y el chelista hablan del grado de interacción
conseguido con Parlato, que se vale de sonajas y de sus palmas para teñir con
luces distintas una docena de composiciones que ofrecen su delicadeza a quien
sabe escuchar con atención. En otras ocasiones el timbre de ella refulge debido
al contraste con el baterista, que podría reventar tímpanos, pero prefiere
equilibrar su fuerza con la de la cantante en beneficio de un repertorio que se
mece, ligero, en los oídos y en la memoria.
Flor marca el
regreso de Gretchen Parlato a los escenarios de manera formal, ya que tras
contraer nupcias con el baterista Mark Guiliana, concibieron un hijo que,
pequeño aún, ha refrescado su inspiración como compositora (“Wonderful”) y le
ha recordado el milagro que lo efímero ejerce en el corazón cuando es brindado
con humildad y perfección desbordada. ♪
Programa
É preciso perdoar /
Sweet love / Magnus / Rosa / What does a lion say / Flor de lis / Bach minuet /
No plan / Wonderful / É luxo só / I can’t help it.
Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional. |
Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional. |
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