Allegro sinfónico para niños. Cuentos y voces / Orquesta Sinfónica de Minería;
Raúl Delgado, director. Sasha Sökol, narradora / 29 de abril, 2018 /
Función única / 1:35 hrs. de duración /
Promotor: Fideicomiso para el Uso y Aprovechamiento del Auditorio Nacional.
Julio Alejandro
Quijano
¿Lo ves o no lo
ves? Entró por la puerta de emergencia, esa que está junto a las butacas de la
décima fila. Pesa unos quinientos kilos, creo. Tiene trapío y es astifino.
¡Mira cómo trota! Es un toro de lidia de buen encaste, dirían los conocedores.
¿Ahora sí lo ves?
Viene de regreso, ahí por donde están los violinistas. Levanta la arena del
proscenio y ¡embiste la muleta del barítono Josué Cerón! Llega el momento de la
estocada y… “¡Toreador, cuidado!
¡Toreador, toreador! Y recuerda, sí, / recuerda al torear / que unos ojos
negros te miran, / ¡y que el amor te espera, toreador!”.
¿No lo viste? Ah,
es que no cerraste los ojos.
Porque esto no es
un concierto de la Orquesta Sinfónica de Minería en el Auditorio Nacional. Es
la Plaza de Toros de Sevilla, en donde el torero conocido como Escamillo sale
en hombros mientras que su amada Carmen no sabe si irse con él o con don José,
un cabo del ejército. Porque ella quiere a ambos. Mírala, ahí está, lava su
ropa, muerde una manzana y canta: “El amor es un pájaro caprichoso que nadie
puede domesticar / y desperdiciarás tu tiempo si lo tratas de atrapar”.
Pero para estar
ahí hay que hacerle caso a Sasha Sökol, la narradora, que pide a todos mantener
los ojos cerrados para entrar a la Maestranza y también para ir hasta Hungría,
que es un trayecto bastante complicado porque estamos a mediados del siglo XIX
y por tanto no hay aviones ni automóviles. En el viaje también van Johannes
Brahms y un amigo suyo que es un virtuoso del violín.
Sasha nos guía con
la voz: “El camino comienza en Viena y la distancia hasta Hungría es como si
fuéramos de aquí a Toluca. En auto sería una distancia corta pero sin los
transportes modernos es toda una aventura en la que encontramos músicas
exóticas que inspiran en Brahms veintiún piezas de ‘Danzas húngaras’”.
Si te cuesta trabajo
imaginarlo, por encima de la orquesta hay cuatro pantallas en la que se
proyectan imágenes que recrean el folclor húngaro y que son obra de Nicolás
Chirokoff, diseñador gráfico francés que vive y trabaja en México desde 1997.
Las ilustraciones
aparecen en todas las travesías y a veces tienen movimiento, lo que las
convierte en el paisaje perfecto. Así sucede cuando hay que ir al reino de
Salerno, al sur de Italia. La orquesta hace sonar la perversa ilusión de Don
Magnifico: quiere que una de sus dos hijas —que no son bonitas ni simpáticas—
se case con el príncipe Ramiro. Al mismo tiempo, en la imaginería de Chirokoff
se ve el avance de una carroza con forma de calabaza en la que va la joven
Cenicienta, que es obligada a trabajar como criada en casa de su padrastro.
“¿Reconocen la
obra?”, pregunta Sasha. Aunque aquí no hay madrastra malvada ni zapatilla de
cristal perdida como en la versión de Disney, la emoción explota cuando la
orquesta llega al final de la pieza de Gioachino Rossini en la que, para coraje
de sus hermanastras, Cenicienta se casa con el príncipe y ya nunca más tendrá
que fregar pisos.
Pero no todas las
historias de amor tienen final feliz. La del señor Gato es triste y
desgraciada… o por lo menos eso se deduce al escuchar su último diálogo:
“Miauuuuu, miauuuu, miau, miau”. Es que el señor Gato quiere enamorar a la
señora Gata, se le acerca y trata de acariciarla con su cola pero ella es
arisca y gruñe. La pieza se llama “Dueto para gatos” y es un divertimento
escrito con base en música también de Rossini, en el que sólo hay maullidos y
termina cuando ella lanza arañazos mientras él se resigna al desamor felino.
¿A los gatos sí
los ves, cierto? Ni siquiera hace falta cerrar los ojos porque son
interpretados por la soprano Anabel de la Mora y el barítono Josué Cerón, a
quienes minutos después vemos nuevamente pero ahora con unas alas enormes y
plumas de todos los colores posibles.
Se llaman Papagena
y Papageno e igual que los gatos se comunican en forma peculiar. Sasha lo
advierte: “Escucharemos cómo se presentan los personajes de esta aria que forma
parte de La flauta mágica, de Mozart.
Ellos se enamoran y se dicen sus nombres de una manera peculiar”.
“Pa-pa-pa-pa”,
dice él. “Pa-pa-pa-pa”, responde ella. Las carcajadas que provocan son la
muestra sonriente del genio de Mozart y también del tino con que la Orquesta de
Minería eligió el programa de este Allegro
Sinfónico, presentado con motivo del Día del Niño y que le enseña a niños,
jóvenes y adultos que la música clásica sí les gusta… sólo que no lo sabían.
Con diez obras
bajo la dirección de Raúl Delgado el público conoce tierras lejanas y
personajes fantásticos.
La última pieza se
llama “Marcha Radetzky” o lo que es lo mismo “Cómo echar relajo con globos
gigantes y miles de papales de colores”. Sasha es otra vez la que advierte: “Es
hora de divertirse, ya lo verán”. La marcha, compuesta por Johann Strauss para
celebrar la victoria de los austriacos en la batalla de Novara, se convierte en
una fiesta donde Sökol toma la batuta y juega a dirigir la orquesta en tanto que
el público aplaude, brinca y corre a golpear los globos. Para entonces, sobra
decirlo, ya no hay adultos, todos son niños. ♪
Un director que no
usa el pulgar
Es un detalle
pequeño. Menor hasta el punto de que pocos lo notan durante el concierto pero
da cuenta de los nuevos tiempos que soplan en los podios de orquestas: el
director Raúl Delgado no tiene partitura en papel sino en tableta electrónica.
No requiere de apoyarse en el pulgar para dar vuelta a la página, usa sólo el
índice para darle scroll al archivo.
Tiene que ver, sí,
con la edad (no llega a los treinta años) pero también con la actitud con la
que Delgado, nacido en una familia de músicos venezolanos en 1989, prepara este
tercer Allegro Sinfónico (los dos anteriores
se realizaron en este mismo foro en 2017).
Durante el ensayo,
los músicos se sacuden el estigma de seriedad que suele perseguir a los
integrantes de las orquestas. Sin perder disciplina, colaboran para el montaje
de breves rutinas de humor que se integran a la función más tarde.
Así Sasha Sökol
platica con el primer violín Mykyta Klochkov: “Usted debe cuidar mucho de su
instrumento, maestro. Pero tiene la ventaja de que saliendo de aquí, lo guarda
en el estuche y se puede ir de fiesta toda la noche”.
La conversación da
pie a la entrada del barítono Josué Cerón, a quien Sasha le pregunta: “A
propósito, ¿usted cómo cuida su instrumento, que es su voz?”. Él responde:
“Bueno, duermo mucho, evito los irritantes, tomo muchos líquidos. Yo no puedo
quitarme el instrumento y guardarlo para irme de fiesta… como hacen otros
compañeros”. Mykyta voltea y acepta la ironía con una sonrisa generosa.
La conexión con el
público, ya durante la función, se debe en gran parte a este ambiente. (J.A.Q.)
Programa
Obertura de Las bodas de Fígaro (Wolfgang Amadeus
Mozart) / Dúo Papageno y Papagena de la ópera La flauta mágica (Wolfgang Amadeus Mozart) / Obertura El murciélago (Johann Strauss hijo) /
Obertura Carmen (Georges Bizet) /
Toreador (Georges Bizet) / Danza húngara (Johannes Brahms) / Obertura de Cenicienta (Gioachino Rossini) / Dúo
para dos gatos (Gioachino Rossini)/ Obertura de Caballería ligera (Franz von Suppé) / Obertura de Guillermo Tell (Gioachino Rossini) /
Marcha Radetzy (Johann Strauss padre).
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