Temporada
de ópera para niños / 4 de marzo, 2018 / Dos funciones /
1:55 hrs. de duración
/ Promotor: Arpegio Producciones Arte y Entretenimiento A.C.
Fernando Figueroa
Los
niños que esta tarde disfrutan de El
barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini (1792-1868), son los adultos que
el día de mañana comprarán boletos o abonos para las temporadas de ópera que se
transmiten desde el Met de Nueva York. Hoy están en las sillas del Lunario y en
el futuro ocuparán las butacas del Auditorio Nacional.
Tal
es la importancia de que haya dos funciones agotadas de esta ópera bufa,
estrenada en Roma hace dos siglos, y que gracias al certero montaje mantiene intactas
su frescura, candor y gracia.
Las
risas constantes de niños y adultos son prueba palpable de la eficacia del
libreto de Cesare Sterbini, quien se basó en la obra homónima de Pierre-Augustin
Caron de Beaumarchais. Este último es un personaje en la versión operística condensada
de Arpegio Producciones, quien da la bienvenida a los espectadores y les
explica de qué trata su escrito.
Se
cuenta la historia del Conde de Almaviva (Hugo Colín, tenor), quien llega a
Sevilla disfrazado de estudiante para conseguir una novia que lo quiera por lo
que es y no por lo que tiene. En esa ciudad se encuentra con Fígaro (Norberto
Martínez, barítono), un milusos que,
además de cortar el pelo y la barba, saca muelas, cura todo tipo de males y hasta
arregla matrimonios.
Fígaro
se convierte en asesor del Conde para conquistar a Rosina (Beguidí Barajas,
soprano), quien vive en casa de su tutor, el doctor Bartolo (Víctor Corona, bajo).
El médico es un viejo rabo verde que quiere casarse con Rosina y por eso hace
todo lo posible para que nadie se le acerque.
El
Conde se disfraza de soldado y de maestro de música para entrar a la casa de
Bartolo, aunque fallan sus estrategias. El doctor intenta desacreditar al
Conde, pero finalmente Rosina elige a Almaviva y se casan, sin importar los
pataleos de Bartolo.
Lo
que en la ópera de Rossini son recitativos en italiano, aquí se convierten en
chispeantes diálogos en español; las arias son interpretadas en el idioma
original y en las pantallas aparecen subtítulos en nuestra lengua. Qué gran
experiencia para los infantes es oír a Fígaro en “Largo al factotum” (Abran paso
al factótum), al Conde en “Ecco ridente in cielo” (Aquí, riendo en el cielo) y
Rosina en “Una voce poco fa” (Una vocecita hace poco).
El
único elemento escenográfico es una ventana desde la cual Rosina mira hacia la
calle, pero una serie de animaciones enriquecen la propuesta visual. La música
en vivo corre a cargo del excelente pianista Israel Barrios y el elenco se
completa con el bajo Juan Carlos Navarro (Basilio, el verdadero maestro de
música de Rosina), la soprano Zayra Velázquez (Bertha, empleada doméstica del
doctor), el bajo Israel Ruiz (Fiorello, criado del Conde) y el bajo David
Aréizaga (Ambrogio, un oficial).
Todos
los cantantes son profesionales de la ópera y lo muestran de manera sobresaliente.
Destaca la poderosa voz de Hugo Colín, quien en 2016 y 2017 deslumbró como
Edgardo en Los puritanos, de Vincenzo
Bellini, en el Palacio de Bellas Artes. Él y Bediguí Barajas son especialistas
en bel canto, estilo vocal caracterizado
por la ligereza en los tonos agudos, dicción pulcra y gran ornamentación.
Norberto
Martínez corona la función ya que posee la voz ideal para interpretar a Fígaro,
y le sobra gracia para comportarse como el simpático pillo que divierte a
chicos, medianos y grandes. ♪
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Foto: Marie Pain / Colección Auditorio Nacional. |
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Foto: Marie Pain / Colección Auditorio Nacional. |
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Foto: Marie Pain / Colección Auditorio Nacional. |
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