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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
André
Rieu and his Johann Strauss Orchestra. Tour
México 2018 /
Del 20 al 25 de marzo, 2018 / 2:40 hrs. de duración / Seis funciones /
Promotor: André
Rieu Productions Holding, B.V.
Fernando Figueroa
El
escritor Thomas Mann decía que Arthur Rubinstein era “un músico feliz”. Lo
mismo puede decirse de André Rieu y su Johann Strauss Orchestra, compuesta por
medio centenar de excelentes instrumentistas y cantantes que en el escenario se
divierten como niños. Igual que el público en las casi diez mil butacas, llenas
durante el primero de seis conciertos en el Auditorio Nacional.
En
su quinta visita a este recinto, el violinista y director sigue fiel a sus dos
principales objetivos como artista: “Que la gente ría y se conmueva”. Las
cuantiosas carcajadas y la transformación de los asistentes en luciérnagas
—utilizando pequeñas lámparas que han sido entregadas a la entrada o con la luz
de los celulares— son pruebas fehacientes de que él alcanza sus metas, por no
hablar de los cantos masivos, las ovaciones y los bailes en los pasillos.
Resulta
paradójico que el holandés, quien constantemente hace referencia al clima
helado de su país de origen, sea capaz de crear un ambiente tan cálido. Su
espíritu jocoso y el de sus cómplices son el mejor aditivo de una rica
propuesta musical que incluye valses vieneses, polkas, arias italianas de ópera
y todo tipo de canciones populares: desde “La paloma” —el tema de las mil y una
versiones que adoraba la emperatriz Carlota— hasta “Tutti frutti”, que pone a
bailar a la pianista sobre la tapa de su instrumento.
Mientras
algunos críticos se empeñan en menospreciar su trabajo, Rieu ya tiene tres
décadas quitándole el almidón a la música orquestal para beneplácito de millones
de personas que lo admiran sin condiciones.
Con
el apoyo de Atala Sarmiento en la traducción, el nacido en Maastricht recuerda:
“Hace treinta años empecé a ensayar con una pequeña orquesta de doce
integrantes. No teníamos dinero para rentar un local, así que fui a la escuela
de mis hijos, que entonces tenían seis y ocho años, y le pregunté al director
si podía utilizar algún salón para los ensayos. Muy amablemente me dijo: ‘¡Sí,
por supuesto!’; lo que no me dijo es que tal apoyo no incluía la calefacción,
así que pasamos mucho frío. Mi esposa nos llevó sopa caliente y eso nos ayudó a
desentumir las manos”.
Ahora
toca un Stradivarius valuado en un millón de euros y, en promedio, ofrece cien
conciertos al año alrededor del mundo. Tiene su propio estudio de grabación y
se calcula que ha vendido más de cuarenta millones de copias de sus discos y
videos; recientemente le entregaron el álbum de platino número quinientos de su
carrera.
De
ese mismo metal precioso son The Platin Tenors: Gary Bennett, de Tasmania; Bela
Mavrak, de Hungría; y Eric Reddet, de Francia. A ellos les corresponde
interpretar “Nessun dorma” (Turandot),
considerada por don André como “la más bella aria que haya sido escrita para
tenores y la última que compuso en su vida Giacomo Puccini”. El trío también
ofrece “Libiamo ne’ lieti calici” (La
traviata), de Giuseppe Verdi, al tiempo que brinda con champán.
En
uno de sus viajes, el líder de la filarmónica conoció en China a las sopranos Shao
Lin y Jing Li, y no dudó en contratarlas. Ellas cantan el romance francés “Plaisir
d’amour” y una pieza de su país titulada “Shangai tan”; Rieu advierte que “uno
no necesita entender las palabras, yo lloré la primera vez que la escuché”. En
la enorme pantalla curva, al fondo del escenario, se proyectan bucólicas
imágenes de un río chino “por donde fluyen los sentimientos de los pobladores
locales”.
De
El fantasma de la ópera, Anna
Majchrzak interpreta “Think of me”. A Donij van Doorn le corresponde “Ah,
fors’è lui che l’anima”, de La traviata.
Ambas sopranos son paisanas del director, quien al presentarlas exalta sus cualidades
vocales y belleza física.
Marcel
Falize y sus tres hijos se desprenden de su lugar habitual —entre tambores y
platillos— y se colocan al frente para tocar las percusiones de “mi pieza
favorita de toda la música clásica”, según comenta el director de la orquesta
antes de que ofrezcan una versión condensada de Bolero, de Maurice Ravel.
El
violinista dice que la de hoy es su presentación número veinte en el Auditorio
Nacional, misma que resulta memorable para quienes gozan con las rutinas de una
agrupación en la que, como de costumbre, los varones portan serios fracs negros
y las mujeres vestidos de princesas de colores pastel.
Luego
de varias despedidas en falso, el adiós definitivo llega con un bis de “Cielito lindo”, el tema de
Quirino Mendoza y Cortés (1862-1957), un mexicano nacido en Xochimilco, el
mismo sitio que los músicos visitaron el fin de semana pasado, según mostraron
ellos mismos en sus redes sociales. ♪
Castillo real y
palacio ficticio
André
Rieu nació el 1 de octubre de 1949, en Maastricht, Holanda. Su padre era
director de orquesta y le transmitió el amor por la música. André estudió violín
en el Conservatorio de Bruselas y formó parte de la Filarmónica de Limburg.
Gracias
al éxito que ha tenido con la Johann Strauss Orchestra, le fue posible comprar
un castillo en Maastricht que data del siglo XV; algunas de sus paredes son
originales y otras han sido restauradas recientemente. Perteneció a Charles de
Batz-Castelmore D’Artagnan, el capitán de la guardia de Luis XIV en quien se
basó Alexandre Dumas para escribir Los
tres mosqueteros.
Desde
que fue levantado, el castillo tenía esta inscripción en el pórtico, que aún se
conserva: “Aquí sólo puede entrar el hombre que ama la música”. Actualmente es
la casa de Rieu y ahí están las oficinas de su empresa.
En
2008, para el tour A romantic Vienna night, se hizo una
reproducción a escala del Palacio Schönbrunn, de la capital austriaca. En su
momento se le consideró “el decorado transportable más grande del mundo”. Se
trató de un lujo que quiso darse Rieu porque los costos fueron tan altos que
era previsible que ese año casi no hubiera ganancias. Eso no le importó; él y
sus músicos fueron felices al tocar en tan fastuosa escenografía colocada en
estadios y plazas públicas de Europa y Australia. (F.F.)
Programa
Primera parte:
Seventy six trombones / Dark eyes / Geschichten aus dem Wienerwald / The third
man / Maria, Marì! / Nessun dorma / Schlittschuhläufer / Plaisir d’amour /
Shangai tan / Hallelujah / Intermedio
/ Clog dance / Trumpet echo / Think of me / Cielito lindo / Csárdásfürstin
medley / Ah, fors’è lui che l’anima / El Danubio azul / Bolero / Encores: Radetzky march / Strauss &
Co. / Libiamo ne’ lieti calici / Tutti frutti / Can’t help falling in love / La
paloma / Popurrí de ópera (Toréador – Chorus of the hebrew slaves – Viva
España) / Adieu men kleiner gardeoffizier / Cielito lindo (bis).
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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