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Foto: Edgar Rubio / Colección Auditorio Nacional. |
Lo niego todo / 24 y 25 de febrero / Dos funciones /
2:05 hrs. de duración / Promotor: Erreele, S.A. de C.V.
2:05 hrs. de duración / Promotor: Erreele, S.A. de C.V.
Julio Alejandro Quijano
Flores
No es Luis Fonsi pero
Joaquín Sabina le entra, aunque sea en broma, al reguetón: interrumpe a su
corista Mara Barros en el segundo verso de “Y sin embargo” para deletrear:
“Des-pa-ci-to”. Tampoco es Luis Miguel pero sólo con caminar hacia la silla en
el proscenio provoca la histeria de mujeres y hombres que le gritan que lo
aman. Ya no es el joven que llegó a México a principios de los 90 para
presentar Mentiras piadosas, pero aún
tiene el descaro de vivir al límite de sus fuerzas. “Me recomendaron muchos más
días de reposo absoluto, pero ¿quién va a obedecer al médico cuando tienes una
cita en el Auditorio Nacional?”, dice el andaluz sentado en la silla de la que
casi no se moverá durante el concierto.
Ahora que está en plan de
Lo niego todo (nombre de su más
reciente disco), Sabina llega incluso a no aceptar el diagnóstico médico sobre
su propio cuerpo. Está en México para una gira con shows programados cada tercer día. Y algunas veces dos consecutivos
en un mismo lugar. Pero una semana antes de llegar a la Ciudad de México fue
atacado por un resfriado que le hizo posponer una presentación. “Y cuando me
estaba curando de la gripa, una noche en San Luis Potosí tuve una especie de
mareo, me levanté para ir al baño y me di una hostia (golpe) con una puerta”.
Canceló entonces Hermosillo y Toluca.
“Reposo durante cinco
días”, recetó el médico. Sabina dijo no. Acostumbrado a hacer lo que le viene
en gana (fumar, dejar de fumar y volver a fumar pero sólo tabaco; beber, dejar
de beber y volver a beber pero sólo tequila), descansó dos días y luego se negó
a estar en cama en lugar del escenario. “Así que aunque no soy una estrella de
rock, traigo lentes oscuros porque uno de mis ojos está entre morado y negro.
Aunque me duele mucho privarlos de mi hermosísima mirada he decidido que es mejor
así”. Luego agrega una explicación, quizá para que luego no tenga más trabajo
en eso de negar todo: “Juro que solamente llevaba dos tequilas”.
Lo que sigue son un montón
de gritos para pedir “Por el bulevar de los sueños rotos”, “Pastillas para no
soñar”, “La del pirata cojo”. Pero si no le hizo caso al médico, tampoco al
público. “Ya sé que ustedes quieren escuchar las de siempre, las viejitas, pero
me voy a permitir cantar las de mi nuevo disco”. No podía empezar de otra
manera que con su nueva declaración de principios: “Lo niego todo”. “Es que ya
estaba harto de que me dijeran de todo, hasta ‘Juglar del asfalto’ y luego, el
colmo, ‘El profeta del vicio’”, explica a manera de excusa.
Se estaba convirtiendo,
pues, en cualquier cosa menos Joaquín Sabina y, de hecho, necesitó de un
milagro para volver a serlo. “En los últimos años estaba perdiendo mi afición
por componer canciones, no por el escenario, que yo nunca he entendido a esos
cantantes que dicen que extrañan su casa cuando están de gira, porque yo aquí
me siento como en casa”.
Para recuperar su fe en
el acto de sentarse a escribir, pidió ayuda de Leiva, el rockero del que más se
habla ahora en España (ganó el premio Goya, está nominado a los Gaudí y los
boletos para su gira 2018 están agotados). “Fue un milagro, toda mi forma de
componer se ha transformado”, explica Sabina antes de ofrecer “Donde habita el
olvido”, con la que cierra esa fase del show.
Antes del inevitable
viaje al pasado, deja que Mara Barros seduzca con “Hace tiempo que no”, una
canción que escribió para su corista de cabecera y que ella incluyó en su
segundo álbum solista, Por motivos
personales. Entonces sí se abre paso la nostalgia con “La del pirata cojo”,
pero no en voz de Sabina sino de Pancho Varona, el músico que con Antonio
García de Diego por más tiempo ha acompañado a Sabina en su carrera y que
disfruta el momento en su papel de rockstar.
“Panchito es el más moderno de todos nosotros, a él sí le van bien los lentes
oscuros”, dice Joaquín. La sola idea de que este concierto pudo haberse
cancelado, lleva a Varona cerca de las lágrimas: “Hace tiempo que no sentía
tanta emoción como la de hoy en México”. “19 días y 500 noches” le da razón. El
coro multitudinario es tan potente y coordinado que Sabina lo deja correr
mientras él calla y acompaña en la guitarra. Sucede algo similar en “Pastillas
para no soñar”, la última de la noche: Joaquín la da por terminada pero el
público la sigue cantando y no quiere que se acabe. ¿Por qué? Porque no es
Fonsi, ni Luismi, ni estrella de rock, pero sí es Joaquín Sabina. ♪
La crisis de los 69
Sobre sí mismo Joaquín
Sabina ha dicho muchas máximas pero quizá la que mejor lo engloba es: “Siempre
he querido alargar mi juventud lo más que pueda”. Ese afán de detener el tiempo
tiene, sin embargo, un bache de ocho años: desde 2009 no se metía al estudio a
grabar disco. Si bien es cierto que en 2012 se publicó el álbum La orquesta del Titanic (que en realidad
es una colaboración con Joan Manuel Serrat), lo cierto es que Sabina estaba en
crisis creativa.
Pero entonces recordó el
mensaje que le había escrito un joven rockero, luego de un concierto en el
Palacio de los Deportes, en Barcelona. “No deberíamos morirnos sin que antes te
produzca un disco”. Firmaba Leiva.
Así que Joaquín lo llamó:
“¿Dónde estás?”. Leiva: “En Ibiza, de vacaciones con la familia”. Sabina: “Quiero
que vengas para componer mi nuevo disco”. Aunque al principio intentó negarse
porque justo estaba por comenzar la promoción de su disco Monstruos, el joven terminó por viajar a Madrid para ayudar a su
colega.
“No quiero un disco
intelectualizado, quiero que todos me entiendan”, le dijo Sabina. Y Leiva se lo
cumplió: fue su coautor, productor, arreglista y corista. El resultado
entusiasmó tanto a Sabina que decidió romper otra de sus reglas y, por primera
vez en su vida, ha declarado que este disco “es el mejor que he hecho”. (J.A.Q.)
Programa
Cuando era más joven / Lo
niego todo / Quién más, quién menos / No tan deprisa / Lágrimas de mármol / Sin
pena ni gloria / Las noches de domingo acaban mal / Donde habita el olvido /
Hace tiempo que no (Mara Barrios) / La del pirata cojo (Pancho Varona) / Una
canción para la Magdalena / Por el bulevar de los sueños rotos / Y sin embargo
/ Peces de ciudad / 19 días y 500 noches / A la orilla de la chimenea (Antonio
García de Diego) / Seis de la mañana / Noches de boda / Y nos dieron las diez /
Princesa / Tan joven y tan viejo (Antonio García de Diego) / Contigo /
Pastillas para no soñar.
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