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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
Christmas Jazz / 17 de diciembre, 2017 / 2:00 hrs. de duración / Función única /
Promotor: Fideicomiso para el Uso y Aprovechamiento del Auditorio Nacional.
Jesús
Quintero
En un tiempo donde merced a lánguidos intérpretes el
jazz parece un género invertebrado que para conseguir aplausos se ampara en covers de temas archi-conocidos y mansos,
la presencia de la Pavel Loaria Big Band es un poderoso recordatorio de que el
jazz es energía, gozo, desafío, diversión colectiva y pureza.
Muchos elementos hacen única a esta big band; la más
visible y singular: la edad de sus integrantes, que va de los trece a los
veintidós años; es decir, las revisiones a temas de Duke Ellington y Ray
Charles las ejecutan, literalmente, púberes, adolescentes y jóvenes músicos en
crecimiento que están iluminados por un repertorio vasto, clásico, intemporal y
desafiante.
Un milagro de este tamaño sería imposible sin la guía
de Pavel Loaria, quien después de estudiar música clásica en la Facultad de
Música de la UNAM y de ser integrante de la Big Band Jazz de México, hizo un diplomado
en The Julliard School de Nueva York, donde supo de la importancia de enseñarle
a los niños a tocar jazz.
Animado con esa propuesta, regresó a nuestro país para
compartir lo aprendido y descubrir que tenía que partir de cero, puesto que en este suelo no
había un ensamble infantil y juvenil de jazz. Yendo y manteniéndose desde 2016 por la libre,
Loaria se embarcó en una empresa colmada de retos y, por lo visto este
mediodía, de satisfacciones tan amplias en lo artístico y emocional que el
llanto lo frena en más de dos ocasiones mientras habla del amor y entrega de los
veintiún músicos que le acompañan.
La memoria del director y saxofonista abarca infinidad
de obras y también los nombres, sitios de origen —Chilpancingo, Toluca, Texcoco—
y rasgos de la personalidad de los jóvenes intérpretes. Los presenta y encomia
con respeto y cariño, y ellos le corresponden con destreza instrumental y vocal,
haciendo suyas obras lo mismo complejas —las de Ellington son trompos sólo para
las uñas de avezados—, que otras marchosas como “Second line”,
que en Nueva Orleáns preludia el carnaval y pone un paréntesis en lo cotidiano.
Loaria anuncia con voz temblorosa y orgullo que su big
band pasó a la siguiente ronda del Essentially Ellington Competition &
Festival, que anualmente organiza en Nueva York el Lincoln Center bajo la egida
de Wynton Marsalis, y cuya final será en mayo de este año, pero un viaje
semejante requiere de apoyo, recursos, padrinazgos. Insta entonces al público a
comprar su EP de cuatro temas, camisetas
y tazas para que las velas del navío no se rasguen y lleven a puerto a estos
empecinados.
El espectáculo de la Pavel Loaria Big Band alude en su
título a la Navidad, pero innecesarios serían los gorritos rojos con orillas y
borlas blancas porque la vivaz entrega del director, músicos, cantantes y hasta
un bailarín de tap son testimonios conmovedores de que hay una luz naciente y
poderosa en todos ellos. O como lo resumió un feliz señor al salir hacia
el sol de mediodía después del concierto: “¡Aún hay esperanzas en este país!” ♪
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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Foto: Sergio Bautista / Colección Auditorio Nacional. |
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