Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional |
Tour
Quítate las gafas / 3 de noviembre, 2017 / Función única /
1:55 hrs. de duración / Promotor: Westwood Entertainment S.A. de C.V.
1:55 hrs. de duración / Promotor: Westwood Entertainment S.A. de C.V.
David Cortés
Hay
ascensos vertiginosos, tan rápidos que su disfrute es pasajero. Otros toman
tiempo y requieren paciencia, constancia. No existen los atajos, sólo un camino
cuesta arriba aparentemente imposible de superar. El asturiano Melendi dice que
lleva más de diez años haciendo conciertos “y éste es el más importante”.
Detrás
del cantautor hay una gran tradición de bardos y juglares españoles (Pedro
Guerra, Joaquín Sabina, Luis Eduardo Aute, entre otros) que no pasa
desapercibida. Si bien le cuesta trabajo ocultar lo emocionado que se
encuentra, en sus ojos se posa un brillo peculiar que no lo abandonará durante
toda la sesión; dedica los primeros minutos a recordar “Canción de amor
propio”, un tema de Ismael Serrano que lo llevó a decidirse por el canto:
“Cuando lo escuché, dije: ‘claro que se puede’”.
Él
no halló la receta ni mucho menos el Santo Grial, pero sí una forma de
expresión que le era desconocida y luego puso en marcha con Sin noticias de Holanda, su debut
discográfico. Hoy, luego de once discos —se incluyen reediciones y directos—
Ramón Melendi Espina ha hecho de la composición un oficio y lo cultiva con ardor,
mismo que ponen sus fanáticos al momento de hacer coros.
Un
condimento que vuelve esta noche especial, además de ser uno de los primeros
masivos de envergadura en nuestro país para el nacido en Oviedo, es que él
quiere entregarse por entero. En ningún momento escatimará energía, sonrisas y
anécdotas o verbo. Es mediante el último que refuerza lo que sus composiciones
han hecho ya por él, y hoy es abundante en detalles de cómo surgieron sus
temas, pero al mismo tiempo se contiene para no extraviarse en un regodeo con
las palabras y hace gala de un timing
perfecto.
Acompañado
por una banda diestra en el manejo del pop rock y todas las hibridaciones
posibles, Melendi enmarca sus historias con rumba, ritmos latinos, rock, algo
de jazz y la fogosidad del funk. A sus melodías no les falta dinamismo, cambios
de tiempo; sus acompañantes, sin atosigar con solos excesivos, le ofrecen un
respaldo que en instantes alcanza el virtuosismo.
Luego
de desparramar al inicio algunos de sus éxitos, el cantautor divide la tanda en
décadas. Comienza con los noventa, hasta llegar a los dos mil y cada bloque lo
precede un video en el cual aparecen los sucesos más destacados del decenio,
así como algunos de sus protagonistas y los fallecimientos más significativos.
Sin
embargo, lo mejor de la noche se da en esa comunión que, tempranamente, establece
con sus seguidores. Sólo fue necesario escuchar las primeras notas para que
éstas actuaran como pedernal y provocaran el fuego; luego, Melendi se encarga
de avivarlo y lo hace con esa experiencia de quienes se han forjado en pequeños
escenarios y aprendieron a lidiar con todo tipo de público, desde el más
complaciente hasta uno reacio.
Cuando
lo cree necesario, ejecuta algunos pasos de baile o da espacio a sus músicos
para el lucimiento. Busca contacto continuo con sus fans y pregunta por la
escalera que le permita bajar hacia ellos; señala que “no sólo Maluma tiene
derecho a cantarle a una dama”. Cuando descubre los peldaños, la gente se
arremolina y su intención se trunca; a cambio, le canta a un grupo de féminas.
Así,
paso a paso, la noche se robustece. Las emociones brotan sin contención, la
alquimia entre seguidores y músicos es absoluta y no hay canción en la cual el
público no haga coros; pero él no baja la guardia, sigue en los suyo, canta
cada vez con mayor intensidad y la emoción es mayor. Su voz vibra de otra
forma, con más nervio, si las lágrimas no afloran es porque se trata de un tipo
templado.
Al
final, luego del encore, Melendi y
compañía se toman una foto con el público detrás, misma que minutos más tarde
subirá a su página de Facebook. El texto que acompaña la imagen es indicativo
de lo importante de la ocasión en la vida del ibérico: “Sin palabras… ¡Gracias!”.
Discografía
2003. Aparece Sin noticias de Holanda, su primer álbum. Al año siguiente, “Con la
luna llena” es elegida tema de la Vuelta Ciclista de España.
2005. Su siguiente producción es Que el cielo espere sentao.
2006. Se lanza Mientras no cueste trabajo; doce meses después se reedita con
cuatro cortes extras y el título Mientras
no cueste más trabajo.
2008. La cuarta placa del cantante es Curiosa la cara de tu padre. Con el
nombre de Aún más curiosa la cara de tu
padre se lanza una edición a la que añade un CD.
2010. Volvamos
a empezar es la quinta producción en su discografía.
2012. Lágrimas
desordenadas es su siguiente obra; ese mismo año se convierte en coach del programa de la televisión
española La voz.
2014. En noviembre aparece en las tiendas Un alumno más, que él considera su mejor
álbum hasta el momento.
2016. Quítate
las gafas se edita en forma física y plataformas digitales. Su éxito
instantáneo en redes sociales lo vuelve trending
topic. (D.C.)
Programa
Hijos
del mal / Existen los ángeles / De pequeño fue el coco / Un violinista en el
tejado / Autofotos / Como una vela / Flores de agua y plomo / Con la luna llena
/ Caminando por la vida / Calle Pantomima / Destino o casualidad / Desde que
estamos juntos / Marea (intro) - Con sólo una sonrisa / Un amor tan grande /
Cenizas en la eternidad / Cheque al portamor / Lágrimas desordenadas / La casa
no es igual / Tocado y hundido / La promesa / El amor es un arte / Tu jardín
con enanitos / Yo me veo contigo.
Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional. |
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