Carmina
Burana, producción monumental, con la Compañía de Danza Contemporánea de Cuba
y la Orquesta Sinfónica Nacional / 22 y 23 de noviembre, 2017 /
Dos funciones / 1:20 hrs. de duración / Promotor: Fundación Mexicana para la Planeación Familiar, A.C.
y la Orquesta Sinfónica Nacional / 22 y 23 de noviembre, 2017 /
Dos funciones / 1:20 hrs. de duración / Promotor: Fundación Mexicana para la Planeación Familiar, A.C.
Alejandro González
Castillo
Dicen
que a fuerzas ni los zapatos entran, así que nadie fue traído al Auditorio Nacional
bajo tales parámetros; digamos, simplemente, que Carla hubiera preferido hacer
otra cosa en lugar de estar aquí, ocupando su butaca. Sin embargo, su madre
insistió y la condujo hasta acá mientras la adolescente, a regañadientes, soltó
la tableta y chasqueando la boca aceptó la invitación. "No sabes, te va a
fascinar la puesta en escena, dicen que es preciosa": ahí la promesa que la
millennial recibió antes de cerrar la
puerta de casa
.
Pero
el espectáculo que a la pareja espera el adjetivo precioso le queda un tanto
corto. Cuando se trata de definir lo que Carmina
Burana significa, la palabra más socorrida es monumental, o al menos así lo
cuentan los diarios en sus crónicas del día siguiente. Y vaya, quienes firman
esos textos no andan lejos de la verdad. Ahora que Carla afila la mira desde su
lugar, puede certificarlo: es escena hay más de cincuenta bailarines y dos
grupos corales: el Coro EnHarmonia Vocalis y el Coro Infantil Schola Cantorum;
además, un nutrido grupo de músicos se halla afinando en el foso. Quien está al
mando de aquella, la Orquesta Sinfónica Nacional, es Carlos Miguel Prieto, y
apenas se coloca al frente de ésta, las notas que Carl Off hiló toman su lugar.
El
grupo Danza Contemporánea de Cuba —con la participación especial de Cory
Stearns como primer bailarín— hace lo suyo: se agita en el suelo, como maniatado,
y luego corre de esquina a esquina; se sacude pausado y tosco, cual robot, para
después lubricar sus articulaciones y moverse con fluidez asombrosa; teje un
inmenso telar humano y a continuación se deshebra, escapa tras el telón y finalmente
se trenza de nuevo. Carla observa cada movimiento para luego atender lo que en
la pantalla circular que bajo los reflectores se proyecta: carruseles
abandonados, contrastantes con caballos galopantes, y atardeceres en la llanura
que derivan en noches batidas por juegos pirotécnicos. Puras escenas a blanco y
negro, misteriosamente hechizantes. Pero así como los ojos de la chica quedan
cautivados, sus oídos no logran resistirse ante los sonidos que reciben; oboes
y harpas, castañuelas y cellos, violines y flautas.
Sobre
la instrumentación, las voces de Enrique Ángeles, Anabel de la Mora, Víctor
Hernández y Susana Zabaleta hacen una labor que orilla a la joven espectadora a
alzar las cejas, pues descubre que el amplio rango vocal de las féminas les
permite alcanzar agudos exorbitantes. Ella misma no lo ha notado, pero lleva
cerca de una hora al borde del asiento; “y sin asomarse una sola vez a Facebook”,
tal como su progenitora descubre agradecida.
“Hoy
es una fecha especial, se conmemora el día del músico”, cuenta el director de
orquesta una vez que los ejecutantes obedecen a la barra doble al final de sus
partituras. “Para celebrarlo, nosotros vamos a darles un regalo a ustedes así
como ustedes a nosotros”, remata el de la batuta para entonces dejar que la
audiencia cante “el primer movimiento de Carmina
Burana. La letra aparecerá en las pantallas, y no se preocupen si no saben
qué dice, no importa, nosotros tampoco”.
O fortuna, velut luna,
statu variabilis, canta Carla para después devolver el
obsequio, al dedicarle “Las mañanitas” a los cantores encapuchados y a los
músicos de facha galante que flores reciben. “Te dije que te iba a gustar”, le recuerda
la madre a su hija para que ésta asienta al tiempo que aplaude y se recrimina a
sí misma no haber hecho una toma fotográfica de 360 grados del escenario, justo
en el momento que 250 artistas lo ocupaban. De última hora, no le quedará más
que registrar su visita al foro de Reforma a través de sus redes sociales y
esperar a que los comentarios virtuales fluyan, para así, echando mano de emoji tras emoji, dar todos los detalles sobre su fascinante experiencia. ♪
Locura, éxtasis e ilusión
El
director de orquesta Carlos Miguel Prieto, reflexiona respecto a Carmina Burana: “Se trata de una obra única: una cantata completamente
profana. Es decir, lo que cantan los coros y los solistas son puras cosas
prosaicas. Y lo más increíble de esto es que quienes escribieron esas palabras
fueron unos monjes, en el siglo XII o XIII, que vivían en un monasterio perdido
en Baviera. ¿Cómo se encontraron esos textos, cómo llegaron al compositor Carl
Orff para que éste los musicalizara? Todo eso es una aventura con la que se podría
hacer una película, pues los textos estuvieron perdidos en una librería de
segunda mano como por quinientos años. Fueron encontrados a principios del
siglo XX para llegar a manos de Carl, quien era un locazo, un compositor alemán
fuera de lo común.
“La
gente suele creer que los músicos de orquesta somos personas muy serias que
hacemos un trabajo semi-sagrado, pero no siempre es así. Orff escribió en sus
partituras que, al tocar Carmina Burana,
los músicos podíamos sentirnos libres de movernos, de bailar. Por eso creo que
él hubiera estado feliz de ver una puesta en escena como la que estamos
haciendo en el Auditorio Nacional, pues toda su locura, su éxtasis, su ilusión,
se están llevando a niveles que él jamás imaginó. Contamos con músicos, luces,
pantallas, vestuario, bailarines, cantantes. Estamos haciendo realidad el sueño
de un compositor diferente”. (A.G.C.)
Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional. |
Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional. |
Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional. |
Foto: Fernando Aceves / Colección: Auditorio Nacional. |
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