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Foto: Carlos Alvar / Colección Auditorio Nacional |
15 y 16 de marzo, 2016 / Dos funciones / 2:10 hrs. de duración /
Promotor: Fideicomiso para el Uso y Aprovechamiento del Auditorio Nacional.
Alejandro González Castillo
Jamás sufrió de bullying, sin embargo, antes de la llegada de Paul McCartney a la escuela del pop, el bajo eléctrico se advertía como un instrumento más en el patio; un elemento que difícilmente podría competir con el protagonismo de la guitarra. A nivel escénico, Al Rappa (de los Cometas de Bill Haley) hizo su esfuerzo por sacar del anonimato al contrabajo; pero sería hasta la aparición de ejecutantes como John Entwistle, Larry Graham, Tony Levin o Geddy Lee que los domadores de las cuatro cuerdas electrificadas ganarían reflectores gracias a sus evoluciones sobre el diapasón.
“¿Es mi nombre Stanley Clarke?”, bromea el bajista; “no, en realidad me llamo Victor Wooten. Y quiero decirles que es fabuloso estar en México otra vez, me encanta venir”. A continuación, ya con las luces del foro encendidas, el ganador de cinco premios Grammy consigue ver con claridad a la audiencia para saludarla y admitir que no es un sujeto de muchas palabras. Congruente, continúa tocando, construyendo un funk sólido, de maciza consistencia, que con la ayuda de batería (J. D. Blair) y saxofón (Bob Franceschini) alcanza un groove infeccioso que ningún par de pies podría ignorar. Sin duda James Brown ansiaría unirse con la voz a tal entramado; sin embargo, es el propio Wooten quien toma el micrófono para rapear.
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Foto: Carlos Alvar / Colección Auditorio Nacional |
Con una audiencia compuesta en buena medida por músicos, naturalmente los momentos más celebrados son aquellos donde el también educador explora las esquinas más improbables de su instrumento, para que sonoridades pocas veces escuchadas hagan acto de presencia. Sin embargo, el del jersey con el número once también atiende las exigencias de la canción; es decir, lo mismo evoca a Primus con una tonada desquiciada, que interpreta una pieza de delicada melodía como “Yesterday”. “Es que esto es todo lo que sé hacer”, comenta el virtuoso; “mi trabajo es crear música alrededor del mundo para gente tan amable como todos ustedes". “Me and my Bass Guitar” se encarga entonces de clausurar el discurso y, entre reverencias que certifican las dimensiones del ídolo, de ponerle punto final a la reunión de los fieles devotos.
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