1:10 h de duración / Promotor: NY@MX
Rodrigo Farías Bárcenas
Antes de su presentación en el Lunario, el pianista McCoy
Tyner estuvo en Canadá y durante el resto del año tocará en Francia, China,
Taiwán y Estados Unidos. El itinerario habla de su reconocida importancia en la
historia del jazz, de ahí que sea solicitado con regularidad, y también de una
de sus principales prioridades: la comunicación con sus músicos y el público.
Nació en Filadelfia en 1938. Siendo joven conoció a John
Coltrane, a cuyo cuarteto se integró entre 1960 y 1965. En este periodo
participó en discos esenciales como Live
at the Village Vanguard y A love supreme.
Deja el grupo en 1966 para seguir una carrera propia como compositor. En este
fundamental periodo individual destaca The real McCoy.
Durante medio siglo ha sido un concertista incansable con
distintos formatos ―solo, trío, cuarteto, big band― y no ha dejado de grabar.
Hasta la fecha, su discografía comprende 80 títulos. Basta con observar su
nutrida agenda de conciertos para reconocer que a sus 70 años es un músico que
aún está lejos del declive. Le gusta decir que cuando toca para sí mismo lo
hace para la gente. O sea que no experimenta conflicto entre su ideal estético
y las expectativas del público.
Esa congruencia es objeto de un cálido reconocimiento tan
pronto se presenta ante el público mexicano. Camina hacia el piano a paso lento.
Saluda con humildad haciendo una caravana. Se ve confiado y sereno. Ya ocupan
sus lugares Eric Kamau Gravatt (batería), Gerald Cannon (contrabajo) y Ravi
Coltrane (saxofón). Con una leve inclinación de cabeza como señal de arranque, el
pianista provoca un irreversible cambio en el ambiente, que a partir de la
inaugural “Sama Layuca” se torna hechizado. Neil Tesser describe así a Tyner: “Él
logró un estilo propio, pulsante, y naturalmente fuerte a través de acordes
pesados y percusivos, y una articulación precisa”.
En el clima interior tiene mucho que ver cómo se comunican
los músicos. Es claro que el pianista dirige, pero lo hace con sutileza,
intercambiando señales con discreción, poniendo en práctica su teoría, según la
cual prefiere que sus acompañantes tengan libertad y sean ellos mismos. El rol
protagónico de Ravi Coltrane en “Moment’s notice” muestra esa posibilidad:
tener voz propia sin menoscabo del conjunto.
Pero quizá el rasgo más asombroso de esta interacción ocurre
cuando en ciertos pasajes Tyner deja de tocar ―por ejemplo en “Walk spirit, talk
spirit”―, dando lugar a que su silencio tenga tanto peso expresivo como su
característica cascada de notas. El silencio es un espacio en el que los demás
se mueven a plenitud. Otra vez, el equilibrio entre lo individual y lo
colectivo.
El concierto es breve. Se supo después que Tyner acortó el
programa debido a un malestar físico. Una de sus piezas más conocidas, “Blues on
the corner”, es el cierre ideal para llevarse en la memoria un concierto de
poderosa música, inspirada en un sencillo ideal del pianista: “Hay que saber
apreciar la belleza de la vida”.
Programa
Sama Layuca / Moment’s notice
/ Walk spirit, talk spirit / I’ll take romance / Angelina
/ Blues on the corner
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