28 al 30 de abril, 2005 / 802 asistentes / 3 funciones /
1:45 hr. de duración / Promotor: El Alacrán Producciones, S.A. de C.V.
Mariana Norandi
A mediados de los años ochenta, cuando España disfrutaba su flamante democracia y ebullición musical, una cantante huelveña llamada Maribel Quiñones arriba a la capital española con una idea sorprendente. Con aspecto enigmático y marcado acento andaluz, la joven se presenta en las disqueras solicitando grabar un nuevo género de su propia autoría: copla española posmoderna. Aquellas hermosas canciones tradicionales andaluzas en auge en los años treinta, de las que posteriormente el franquismo se apropió como imagen cultural del régimen, son desempolvadas por la peculiar intérprete para fusionarlas con el rock y el pop underground del momento. Esta idea hizo llevarse a más de un productor las manos a la cabeza pero, al oírlo, el concepto mestizo fue convenciendo y abriéndose camino en el ambiente musical más vanguardista de la época. Adoptando el seudónimo de Martirio, la intérprete desarrolla una estética singular. Modifica el traje de cola tradicional y lo enriquece con un llamativo diseño ochentero, utiliza enormes peinetas que forman parte de su narrativa coplera y gafas oscuras que ocultan a Maribel para mostrar a la atemporal Martirio.
Hoy, veinte años después, la artista se presenta por primera vez en México. Aunque, según el tango “Volver” veinte años no es nada, para ella han sido muchos porque ha llegado con notorios cambios. En este lapso, Martirio ha fusionado la copla con jazz, blues, son cubano, tango argentino, bolero mexicano, bossa nova, hip hop, funk, música árabe y, cómo no, con mucho flamenco. El resultado es una renovación total de la copla, respaldada por una prolífera investigación musical, y que se refleja también en la imagen de la artista, quien ha cambiado aquellas enormes y figurativas peinetas por unas mucho más abstractas. Sus vestidos han dejado de ser kitsch para volverse de diseño, y su música ya no busca rescatar la copla, sino hermanarla con ritmos latinoamericanos.
Al Lunario llegó con vestido largo de gasa azul y naranja de amplias mangas japonesas y peineta de los mismos colores. Esencial fue el nombre de su espectáculo, en el que la acompañaron el pianista Jesús Lavilla y su hijo, el guitarrista Raúl Rodríguez. La cantante calificó este show de “desnudo” por la intimidad de su sonido, de sus palabras y la mínima instrumentación, la mayoría extraídas de los tres últimos discos. Interpretó temas “acoplados” de María Greever, Consuelo Velásquez, María Elena Valdelamar, Bola de Nieve, Vicente Garrido, Carlos Gardel, Claudia Vargas..., abarcando la geografía latinoamericana: Venezuela, Argentina, Cuba, México, Puerto Rico, en un viaje que, dijo, “nos va a costar muy barato”. Sus canciones ya no reflejan la necesidad de gritar las conquistas sociales de la mujer. Atrás quedó el sufrimiento y la rebeldía exaltada, para llegar a la alegría, con una voz de mujer que camina a la par con el hombre.
Aunque más serena y segura, Martirio sigue siendo una fuente inagotable de creatividad. Su voz sigue siendo misteriosa, al igual que sus ojos ocultos, pero en estos veinte años ha conquistado grandes territorios de sabiduría musical que irradia en cada interpretación. Gracias a ella, y a sus extravagantes aportaciones, la copla española ha logrado recuperar la valoración poética y musical que nunca debió perder.
Programa
Júrame
Mucho corazón
Si me pudieras querer
Una semana sin ti
Volver
Alma mía
Quisiera amarte menos
La noche de mi amor
En esta tarde gris
Verdad amarga
María la portuguesa
Dos estrellitas
Tú eres mi marío
La bien pagá
Temes
Las mil calorías
María Magdalena
Las simples cosas
Ojos verdes
Un mundo raro
Sevillanas de los bloques
No me digas que no
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