11 al 13 de febrero, 2005 / 28 528 asistentes / 3 funciones /
3:30 hrs. de duración / Promotor: OCESA, S.A. de C.V.
Hay requisitos para conseguir la visa al país del patriarca de la canción ranchera: tener añoranza por el México de los cincuenta, venerar el traje charro y sentir la piel chinita al sonoro rugir de la trompeta mariachi.
El oriundo de Huentitán el Alto, Jalisco, es la autoridad y último intérprete de una estirpe de charros cantores fieles al género y por eso en cuarenta y cuatro años no ha coqueteado con otros ritmos y ni se ha desprendido de ese sombrero que es símbolo de gallardía y joya del folclor. Chente, con pistola al cinto, representa a un México no desaparecido, pero sí replegado. Y quienes colman las butacas esta noche de viernes y lo harán en las dos siguientes, en vísperas del Día del Amor, son practicantes y añorantes de esa épica en la que el corazón varonil, noble y parrandero, busca un escenario campirano donde el confidente es el cantinero, el orgullo una yegua y el motivo de dolor y alegría una mujer.
Contra lo que pudiera creerse, no se ve entre los espectadores únicamente gente con cabello cano. A los padres los acompañan sus hijos y hay también jóvenes que por influencia de Alejandro Fernández se identifican con el “¡Ay, ay, ay!” pronunciado desde la hondura del alma.
Sobre un escenario con menaje ranchero, acompañado por el Mariachi Juvenil Azteca, Enrique Cortez en el requinto y un tecladista que arropa los temas con timbres diversos (arpa, percusiones), Vicente Fernández se entrega a sabiendas de que la gente viene por su tradicional premisa: “Ustedes no dejen de aplaudir y su Chente no deja de cantar”. Y claro, ante el Rey resultan innecesarias las bailarinas o estrellas que no sean de la familia. Sin embargo, la carencia de novedad sobre el escenario lleva a una consideración: no es lo mismo un palenque que un escenario internacional para diez mil espectadores.
El repertorio de Fernández tiene todos los ingredientes para meter espuela al público. Lo mismo apela al deseo vuelto imposibilidad (“Lástima que seas ajena”), al choque de orgullos (“Me cansé de rogarle”) y al hombre anhelante de paz hogareña (“El andariego”), que al dolido (“Ya me voy para siempre”) y quien se reconoce como impráctico en la fidelidad (“Bohemio de afición”). Luciendo cabello canoso, contrastante con su ennegrecido mostacho y cejas, el cantante cercano a sus 65 años suscita piropos y manifiesta su cariño sin modestia alguna con declaraciones que desconciertan: “Si me preguntan por qué los quiero tanto, les digo que no los quiero por lo que son, sino por lo que valgo con la bendición de tenerlos y de sentir lo que siento cuando ustedes me aplauden”. Bravío y emotivo, sensible y enérgico, El Ídolo de Huentitán vive lo que canta y en tiempos de rebeldía dirigida por expertos en marketing, él dice “¡Salud!” con sinceridad y vasos de plástico bien cargados, sin hielo ni soda, que rompe entre los dedos con efecto teatral. ¿Estragos? No más que los necesarios para desgranar un cancionero coreado masivamente y para contar anécdotas; una con el gobernador de Jalisco y otra con quien fuera presidente de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo (1930-1997), ambas salpimentadas con expresiones de respeto pero también de palabrotas que los admiradores celebran.
Hoy que los comediantes solicitan disculpas tras descargar chistes misóginos, Chente no se anda con enmiendas, de manera que elogia a las damas con los cánones promovidos por las películas de ámbito ranchero y juega con un doble sentido entre “las mulas y las viejas” que a una mujer con sentido común le pondría los pelos de punta. Pero a fin de cuentas se trata de ser fiel a una imagen que es admirada y aplaudida. Sin embargo, el ámbito sagrado de la familia cobra relevancia cuando invita a cantar a Vicente Fernández Jr., que se encuentra en la primera fila, y el patriarca lanza un “yo acuso” a los medios porque la carrera de su primogénito no levantó el vuelo, pues a raíz de su secuestro en 1998 los periodistas sólo se centraron en el incidente. El apodado “cuñado” por todas las presentes entrega entonces “Secreto de amor” y “Tatuajes”. Como despedida, su padre le da el tradicional beso en la boca. La aclaración sobre esta muestra de amor filial va hoy más lejos: “La prensa me ha criticado por besar a mis hijos en la boca, pero déjenme decirles que si viviera mi padre, yo no le besaría la boca, le besaría los huevos”. Pocos le festejan el detalle.
Versos a cappella o entonados por el coro de fieles, repaso por los refranes que se llevan en la piel (“Viejos los cerros y todavía reverdecen”), más vasos rotos, un tributo a Consuelo Velázquez (1916-2005) con “Bésame mucho” y “Que seas feliz”; himnos para engallar los ánimos o arrancar suspiros… Vicente Fernández es un estoico y si creemos que después de tres horas y media de concierto y conmoción está llorando, él aclara: “No son lágrimas, nomás se están meando las niñas de mis ojos”.
Tres juntos por primera vez
En 1995, para concluir tres años de conciertos a dos voces, Vicente y Alejandro Fernández se presentaron el 10 y 11 de junio en el Auditorio Nacional. Juntos por última vez fue el nombre de esa gira en la que Chente atestiguó cómo la voz de su hijo ya tenía alas para emprender sola el vuelo. Pero como la pasión por el mariachi es tan fuerte como el llamado de la sangre, exactamente una década después, en la última fecha de Chente en el Coloso de Reforma, Alejandro, acompañado de su hermano Vicente, subieron al escenario con su padre para interpretar el tema “Cuando yo quería ser grande”, dedicado al jefe más antiguo del clan. (J.Q.)
Programa
Ignacio Bernal
Lástima que seas ajena
Nos estorbó la ropa
De qué manera te olvido
Qué de raro tiene
No me sé rajar
Bésame mucho
Mujeres divinas
El moro de Cumpas
Entre el amor y yo
Que seas feliz
Qué difícil es
La ley del monte
Lo que me toca
Se me hizo tarde la vida
El cantador
Las llaves de mi alma
Mi amigo el tordillo
Ella / A pesar de todo
El último trago
Acá entre nos
De un rancho a otro
Yo quiero ser
Cruz de olvido
Si acaso vuelves
Déjame
Una noche como ésta
No creo que tú
La diferencia
Ya lo sé que tú te vas
No hay comentarios:
Publicar un comentario